S style="text-transform:uppercase">Í, sí, ya tenemos a Trump en las tertulias y telediarios nuestros de cada día, como chivo expiatorio de nuestros pecados.

Ya se frotan las manos la demagogia europea, y no digamos la española, al encontrar en Trump a ese tipo malo malísimo para esconder nuestras miserias.

O sea, que nos rasgamos las vestiduras por la política inmigratoria de Trump, mientras en Europa permitimos que se mueran de frío los inmigrantes en nuestras fronteras y pagamos a Turquía los campos de concentración de inmigrantes para que no nos molesten.

Ponemos el grito en el cielo porque Trump se aleja de la OTAN y por extensión de la defensa europea, que nos ha salido casi gratis gracias al amigo americano, pero cuando Rusia invadió Crimea, Europa, sufriéndolo en su territorio, miró para otro lado en una posición que debería hacer que se nos cayera la cara de vergüenza.

Que Trump es un tipo que no representa los valores humanos y políticos que han generado la prosperidad, valores y la democracia que se inició tras el final de la Segunda Guerra Mundial en Occidente, es evidente; ahora bien, también lo es que el mundo ha cambiado y que hoy el epicentro económico se ha desplazado al Pacífico. Querámoslo o no, Europa ha perdido excesivo peso político en los últimos 20 años porque incorporó mercado a cambio de democracia, exactamente igual que hizo con el euro, al unificar una moneda en países tan desiguales económica y fiscalmente.

Para sí quisiera Europa el nivel de democracia de Estados Unidos. Pocos países europeos estarían a la altura; ocho o nueve, a lo sumo, grupo en el que no se encuentra España, que aquí lo que tenemos es libertad controlada y poca democracia.

Trump no podrá hacer lo que le dé la gana porque los sistemas de control jurídico independiente, al que están sometidas las instituciones de Estados Unidos, se lo impedirán.

Si un político se atreviera a entrar en una sede judicial para presionar a un juez, el edificio se vendría abajo, porque con todos sus defectos, allí el poder judicial es independiente.

Trump es la consecuencia de la sociedad líquida descrita por Bauman, y eso no es nada bueno, sin duda, pero desde este lado pocas lecciones podemos aportar.

El mundo ha cambiado y eso es un hecho irrefutable. El futuro a corto plazo no es europeo, aunque aún nos queda el consuelo de que un tipo como Trump sólo puede ser norteamericano. Mal asunto.

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