Caleidoscopio

Vicente Quiroga

Biografía impura

Les aseguro que de vez en cuando necesito leer poesía. Es como un acto de purificación, como una ablución favorecedora, como un nirvana reparador y expiatorio, que me alivia de otras lecturas indeseables y de tanta abominación circundante. Sean Keats, William Blake -que me fascina apasionadamente- o cualquier otro de los múltiples paraísos artificiales, atrayentes y seductores, Charles Buadelaire -sus Flores del mal-, Juan Ramón, García Lorca, Miguel Hernández -pronto 100 años- o lo que ustedes quieran, son irrenunciable y placentera vivencia que me redime y me estimula.

Por eso agradezco que en estos días, por unas y otras razones de entrañables encuentros, de emociones sinceras y amistosas, Juan Cobos Wilkins me haya hecho presente un regalo impagable que agradezco fervorosamente. Su último libro Biografía impura, un poemario que nos devuelve al autor de sus inolvidables Espejo de príncipes rebeldes (1989), Diario de un poeta tarteso (1990), Llama de clausura (1997), Escritura y paraíso (1998).

Once años después -¡al fin!- recobramos al poeta que en realidad nunca perdimos porque en su ánimo creativo jamás se apaga su llama poética que trasciende en su literatura, en sus novelas, en todos sus escritos, en su verbo transido de esa lírica deslumbrante de la inspiración y el ingenio "de la yema de su dedo que intenta/ bordar su propia huella/ de tanta maravilla".

Biografía impura, porque toda interpretación de la propia historia es compendio de virtudes y debilidades, luces y sombras, castidades e impudores… En suma y como Juan Cobos Wilkins me escribe en su amable dedicatoria: "El vértigo de estos poemas entre pasión y armonía". Un difícil equilibrio como el funámbulo que ilustra bellamente la portada del libro, en cuyos extremos de la pértiga que empuña y estabiliza su esfuerzo, el poeta sitúa un telescopio y un microscopio para ver en su justa dimensión las cosas que le rodean.

Este libro, editado por la Fundación José Manuel Lara, en su colección Vandalia, en la que figuran los nombres más prestigiosos de la poesía actual, es todo un feliz reencuentro, un hallazgo dichoso que nos lleva de la infancia -"Desde la nana que lo mece, lo acuna, / buscándole su sueño, mira el niño"-, la adolescencia -"Un adolescente es metáfora de todo / lo visible e invisible". / -hasta el joven - "un joven descubre el silencioso amor de los objetos/ olvidados que esperan"-. Y al fin el poeta, el poeta siempre, en cada momento de su numen creativo, en su inconmensurable capacidad de nigromante del verbo, alquimista prodigioso de la palabra: "Y quien turbado. Ahí yace / por amor, / sobre la colcha de boda de sus padres, recuerda, por amor, que es poeta, / olvida, por amor, que es mortal".

Así es Biografía impura un libro del poeta que queremos y admiramos: "Un poeta es un funambulista / y descalzo y con ojos / abiertos en la planta del pie camina / por el más alto cable tensado en el vacío".

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