Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

De nada, Bastardos

La misma especie que compuso sinfonías y levantó catedrales, atropella y apuñala a sus semejantes

Hará más de tres décadas, pero mi hermano y un servidor estuvimos en algunos de los pubs que fueron desalojados en la temprana noche londinense momentos después de otro de esos días que recordarás mientras vivas con un "me pilló trabajando". Las cosas por aquel entonces eran diferentes, tampoco mejores. El IRA no habitaba en el recuerdo cada vez más lejano y aunque siempre existía la posibilidad de sufrir sus devaneos criminales -en mi casa tampoco la calma habitaba en sus calles- la verdad es que el ambiente era distinto. Uno salía a divertirse con la única intención de hacerlo, con el único temor de quedarse sin dinero, o de que el alcohol hiciera efecto demasiado pronto como para arruinarte la noche.

En aquel Londres patrullaban bobbies armados únicamente con su vozarrón, una porra y una mala leche que creo que venía de serie debajo del casco gracioso. Hoy son necesarios soldados armados para poner fin a una espiral de maldad infinita que me resulta complicada de creer. ¿En qué momento perdimos la cabeza? ¿Cómo es posible que la misma especie capaz de levantar catedrales, componer sinfonías, fabricar hasta la última pieza de coches maravillosos, coser hasta la última puntada de trajes irrepetibles, de pinceladas de cuadros que te dejan sin respiración, de cocinar platos que saltan las lágrimas, de escribir libros que te hacen olvidar dónde te encuentras, sea capaz de embestir a personas que se divierten, salir de una furgoneta y liarse a puñaladas?

A eso le suman la colección de líderes más nefasta que ha vivido Europa en las últimas décadas -algo complicado en Gran Bretaña- y tenemos la tormenta perfecta. Vendrán a partir de ya más controles, más vigilancia, menos derechos en aras de la seguridad que jamás se conseguirá -desgraciadamente sólo son necesarios ocho minutos para sumir a una ciudad en el caos-, más explicaciones de lo que hacemos, con quién lo hacemos y por qué lo hacemos. Se lo debemos a ustedes, aquellos que vienen a gritar el nombre de un dios y sólo quieren causar el terror más absoluto, el conmigo o contra mi búsqueda de un paraíso al que no tienen derecho. Sólo han matado a gente que no lo merecía y que eran fáciles, nada más. ¿Qué hacer? Nada, señores, nada. Esa es la única manera de derrotarles. Lo que pretenden es que lo hagamos y alguno les hará caso. Como quiera que me temo lo peor, muchas gracias malditos bastardos.

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