Bagatelas

El antisemitismo de Céline tiene el agravante de haber pedido el asesinato masivo en vísperas del exterminio

Los que nos hemos interesado, bien que en calidad de meros lectores, por el aciago periodo de la Ocupación alemana de Francia durante la Segunda Guerra Mundial -en particular por el trágico y novelesco París oku, tan presente en la narrativa de Modiano, pero también por ejemplo en los diarios de Jünger- hemos visto citados muchas veces los virulentos panfletos antisemitas de Louis-Ferdinand Céline: Bagatelas para una masacre (1937), Escuela de cadáveres (1938) -ambos títulos vendieron decenas de miles de ejemplares en la envenenada sociedad francesa de anteguerra- y Los bellos paños (1941), dedicado por el gran narrador de Viaje al fin de la noche a la "soga del verdugo" que debía acabar para siempre con los judíos.

Nunca reeditados desde entonces e inéditos, hasta donde sabemos, en castellano, aunque los textos originales puedan encontrarse en la ciénaga de internet, los libros han sido noticia estos días por la controvertida decisión de Gallimard -cuyo fundador, por cierto, pese a su distancia hacia los ocupantes, supo maniobrar con habilidad durante los años negros- de recuperarlos en una edición crítica que finalmente ha sido, de momento, descartada por los editores. No se trata de libros prohibidos ni su publicación está sujeta a censura, pero la viuda del escritor se había negado hasta ahora, como el mismo Céline en vida, a que vieran la luz de nuevo. Como era de prever, muchos han lamentado la suspensión del proyecto e incluso han denunciado -lo que sonaría cómico si no fuera grotesco- oscuras presiones contra la libertad de expresión.

No es desde luego el de Céline el único caso de un escritor de indudable talento -sobre todo en la novela citada y en su continuación, Muerte a crédito, ambas anteriores al descenso a los infiernos de la propaganda rabiosa- devorado por los prejuicios racistas, pero su siniestro y enloquecido antisemitismo tiene, como el de Rebatet, Brasillach u otros perros collabos que se distinguieron en el señalamiento de la minoría perseguida, el odioso agravante de haber pedido el asesinato masivo de los judíos en las mismas vísperas del exterminio nazi. Es poco probable que los actuales antisemitas necesiten de la anticuada munición que puedan ofrecer los libelos de entreguerras, pero los descendientes de las decenas de miles de judíos franceses asesinados en los campos -y en realidad cualquiera que sienta una mínima solidaridad con las víctimas de crímenes sin parangón en la historia de la humanidad- quizá no entiendan los argumentos de quienes se refieren sin mayores honduras al malditismo de los genocidas.

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