Las elecciones no tienen marcha atrás. Este es un partido que no se puede repetir. Así que a lo hecho, pecho y a tratar de aclararnos. Me parece que estamos metidos en un lío descomunal y a ver cómo salimos de él. La primera consecuencia de la jornada electoral del domingo pasado, a mi entender, es implacable: El Sr. Arenas debe marcharse a su casa. Así de claro. Si no ha sido capaz de pasar por encima del Partido Socialista que estaba en el rincón del cuadrilátero, groggy, tambaleante y esperando la campana es que es eso: incapaz. Alguna culpa tendrá el caballero en que el Partido Popular no haya movilizado siquiera al millón setecientos mil votantes que tuvo en 2008. Más de doscientos mil votantes lo han abandonado cuando más falta le hacía. Alguna responsabilidad tendrá el Sr. Arenas en esto; ¿o no? Y su equipo de campaña y sus asesores blanditos, merenguitos y suavecitos que esperaban sentados a que la fruta madura cayese del árbol. Y por lo que se ha visto ni estaba tan madura ni se ha caído. Tendrían que haber ido a cogerla, a por ella. Pero esto no entra en los planes de estos chicos moderaditos, centristas de la nada e incapaces de noquear a un adversario que había tirado la toalla. Y es cierto, en las filas del Partido Socialista lloraban de alegría el domingo por la noche porque ellos mismos tenían asumida una derrota monumental por tierra, mar y aire.

Pero vayamos con el segundo personaje que debe de marcharse a su casa: el Sr. Griñán. Otro que debe dedicarse a contar nubes a partir de ahora. Seiscientos mil votos, en números redondos, ha perdido el caballero. Tres veces más que el Sr. Arenas, con respecto a las últimas elecciones autonómicas. Y allí que estaba el caballero, la noche dominical, repartiendo besos y los/las mariachis de turno cantándole y tocándole. Bastante más de medio millón de votos dejados por las cunetas y andaban felices. Vivir para ver. Esta dicha estaba explicada en el hecho de que se consideraban batidos y rebatidos y ahora se ven que siguen montados en el machito porque cuentan con las labores de apuntalamiento de Izquierda Unida. Estos últimos sí que tienen motivos para a partir de ahora colocar en sus sedes, a la entrada, un retrato del señor D´Hont, el inventor de la infecta ley electoral que sufrimos, que otras veces les ha perjudicado, y yo he dejado constancia de ello, pero que en esta ocasión los han subido a la peana y se van a quedar con esta y con el santo. Con algo más de cien mil votos más que en las elecciones anteriores, han doblado los escaños. Ahí es nada.

El 50,86% de los votantes de estas elecciones -PSOE más IU- han optado por seguir como hasta ahora, quieren más de lo mismo. El resto, el 49,14%, se tendrá que aguantar, llorar o rezar; lo que prefieran. El partido ha terminado y el árbitro ha pitado el final. Sigue la liga.

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