ALFONSO Guerra apelaba a unos descamisados que no eran tales -en realidad sus más forofos iban en camisa, más bien se les debiera haber llamado deschaquetados- y Miguel Sebastián, veinte años después, se ha quitado solamente la corbata en el Congreso. En señal de protesta y para dar ejemplo.

Lo veo bien, no es que el hombre acuda con unos piratas y en chanclas a la sede de la soberanía nacional. Ahora, como protesta lo suyo deja mucho que desear. Los ministros no están para protestar, sino para arreglar problemas o, al menos, intentarlo. La suya es una protesta de diseño. España incumple como ningún otro país desarrollado los compromisos de Kioto sobre cambio climático y ahorro energético. Ahí tiene tajo de sobra. Quitarse la corbata sirve para molestar a Bono -uno de los hombres más sudorosos de España-, pero no para reducir el efecto invernadero.

Sí ha dado ejemplo Sebastián al aplicar en su Ministerio un decreto en vigor, al que nadie hace caso, para no bajar el aire acondicionado de los edificios oficiales más acá de los 24 grados y autorizar a que el funcionariado y la clase reinante prescinda de la corbata durante la canícula. La pena es que se ha adelantado a Zapatero, gran timonel, a quien le hubiera correspondido lanzar el Gran Salto Adelante hacia la Descorbatización, uno de esos objetivos estratégicos que tan útiles resultan como experimentos de ingeniería social e intervencionismo buenista. La gente hablaría de corbatas y no de hipotecas y desempleo. Por ejemplo, del descorbatamiento solidario de Celestino Corbacho, el ministro de Trabajo que más va a tener que comentar el paro durante más tiempo. Pero fresquito.

El aliño indumentario es una de esas cuestiones que más polémica generan y menos posibilidades de acuerdo presentan. Salvo para los fundamentalistas de ambos bandos, que o irían a una cena de gala en camiseta o no se quitarían la corbata ni en primera línea de playa, los demás podríamos ponernos de acuerdo en una conveniente relativización del uso de la prenda. El dilema corbatismo/sincorbatismo hay que resolverlo en cada caso, en función de la persona y su auditorio, el lugar y la circunstancia, el momento y la temperatura.

La corbata, hoy día, no es ni de jóvenes ni de viejos, ni de modernos ni de antiguos, ricos o pobres, de derechas o de izquierdas. En la postguerra los vencedores promocionaron el sombrero con la consigna: "Los rojos no llevaban sombrero", que los sombrereros se encargaron de publicitar para vender su mercancía. Ahora sería imposible usar la corbata o la no-corbata como eslogan contra los enemigos políticos. Tampoco veo yo a Miguel Sebastián pregonando "los despilfarradores llevan corbata". Que haga lo que quiera.

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