¡ Y qué hay de lo mío!

Las batallas particulares son el caldo de cultivo perfecto para que no cuajen políticas públicas de futuro

En las últimas semanas, seguramente alentados por la españolidad resultante del "problema catalán", muchos grupos profesionales han empezado a salir a la calle, o han anunciado movilizaciones inminentes, para pedir equiparación salarial; generalmente una nómina equivalente a la de los servidores públicos de Cataluña, País Vaco o Navarra. La Guardia Civil y la Policía Nacional, los profesores, los funcionarios de Justicia y Prisiones, los médicos, los bomberos, etc., han empezado a preguntar con claridad: ¿y qué hay de lo mío?, y las respuestas están siendo tibias, huidizas y peligrosas.

El escenario económico español asusta, habida cuenta de la escasa capacidad resolutiva de nuestros partidos políticos y del insoportable ruido de fondo que llega desde Cataluña. Tenemos por una parte el descontento razonable por las evidentes diferencias salariales entre funcionarios de distintas comunidades autónomas, que está claramente siendo utilizado y aventado por el PP y Ciudadanos en su lucha por la millonaria porción de votos que representan los trabajadores públicos. Y de otra los grandes problemas sistémicos de la economía española, con debates continuamente postergados, como la sostenibilidad del sistema de pensiones, que de manera inesperada ha sacado a la calle a decenas de miles de jubilados; la precariedad laboral, que hace que se pueda ser trabajador y pobre en este país; o el eterno problema del desempleo, que parece viene de serie en España. Y todo esto abreviando mucho.

Por ello, pretender resolver tantos frentes por separado es imposible, y aún menos responder a la justa pero individualizada protesta del ¿qué hay de lo mío? y mucho menos igualando sueldos por arriba en un contexto de tanta turbidez. Al final las batallas particulares son el caldo de cultivo perfecto para que no cuajen políticas públicas de futuro, más bien para dividir y sacar a la luz las flaquezas internas de las organizaciones laborales. Es el momento de que partidos políticos, sindicatos de clase y profesionales, y otros grupos representativos, se sienten a buscar escenarios globales donde las exigencias se alineen con las posibilidades. Donde se diseñe un sistema que nos acoja ahora y nos proteja en el futuro, donde incluso podamos pedir que otros se bajen el sueldo para que podamos subir algo el nuestro. Pero claro, esos planteamientos serían ya subversivos.

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