Unos y otros

Estos españoles, jóvenes y maduros emprendedores, son los que sostienen este tinglado a veces tambaleante

La economía es una montaña rusa. Cuando alcanzas cierta edad en la vida puedes apreciar cómo la actividad económica es un incesante subir y bajar, un estar en la cresta de la ola o en la depresión de un valle. No hay más. Ahora parece que toca volver a la cresta. Hoy quiero hablar de cómo reaccionan unos y otros ante las distintas caras de una misma moneda: la economía. Todo me viene al hilo de haber estado unos días en contacto con esto que ahora se llama emprendedores. Los hay jóvenes y menos jóvenes. Por los primeros siento una especial predilección. Siempre recuerdo la cantidad de pesetas que mi abuelo le dejó a mi padre al fallecer. No las diré. Tenía mi padre dieciocho años. En los siguientes cincuenta años siempre estuvo moviendo esas pesetas. Pedía al banco veinte y procuraba ganar veintidós o treinta y dos y adelante. Si no era así, negocio que mandaba a la gran puñeta y a otro. Y así toda una vida. Ganase o perdiese siempre callaba, apretaba la mandíbula y mirada al frente. Acabó ganando, claro. El tesón, la fe en uno mismo, la honradez y el trabajo incansable tenían y siguen teniendo recompensa. Les contaba todo esto a propósito de los jóvenes emprendedores. Cuando entras en ese mundo te quedas realmente boquiabierto. Lo que están haciendo algunos chavales con las llamadas nuevas tecnologías son auténticos prodigios de inteligencia e imaginación. No tengo más que palabras de admiración para jóvenes que están moviendo millones de euros en un local de cincuenta metros cuadrados con cinco ordenadores. A corto o a medio plazo triunfarán, sin la menor duda.

Están también los emprendedores maduros. Estos vienen ya un poco de vuelta de la montaña rusa, pero no se cansan de los vaivenes y siempre están en primera línea de combate ideando nuevos proyectos y dando el callo siete días a la semana. También los conozco y también para ellos sólo tengo palabras de agradecimiento. Sí, les doy las gracias por construir España. Estos españoles, jóvenes y maduros emprendedores, son los que sostienen este tinglado, a veces tambaleante, que llamamos España. Ni los políticos, ni los que se pasan la vida de subvención en subvención de ayudita en ayudita, de despacho en despacho, de solicitud en solicitud, crean nada, antes bien permanecen quietos y agarrados a las ubres del Estado que se llenan con los impuestos que pagan los que arriesgan, inventan y revientan de trabajar. Es muy sencillo: en esta sociedad pedigüeña y subvencionada, que practica el cómodo y popular deporte de poner la mano, si no hubiese quien las llenara, ya me dirán cómo estaríamos.

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