¿ESO qué es?

Más alumnos por clase, menos recursos en compensatoria y peores condiciones laborales

El pasado viernes he experimentado algo que por el ciclo educativo de mis hijos no conocía: ¡el comienzo de la ESO!, y he de decir que ha sido una experiencia inolvidable. A los cinco minutos de iniciarse la presentación con el alumnado y padres de nuevo ingreso estaba con la boca abierta, ciertamente espantado, preguntándome ¿pero esto qué es? La estética, la distribución de los chavales según capacidades, la despreocupada acogida, el estado de las instalaciones… o quizás simplemente fuera el miedo de un padre primerizo viendo cómo un niño de 12 años se va a batir el cobre con jóvenes inmensos, quién sabe, pero las dudas me asaltaron sin parar. Y de la congoja he pasado a preguntarme pero ¿ESO qué es?

En mi búsqueda de información he ojeado el informe de la organización Education at a Glance 2017, presentado el martes pasado, y que sigue la tónica de otros anteriores. Sólo un dato: España es el país europeo donde más chicos no llegan más allá de la enseñanza obligatoria, lo que deja bien a las claras las carencias en cuanto a motivación y proyección de esta etapa. Si a este dato le sumamos el que la tasa de desempleo juvenil de los jóvenes que no estudian Bachillerato aquí es del 30%, casi duplicando la de los países de la OCDE o la de los chicos que sí estudian una carrera, no hay dudas sobre la necesidad de que el periodo de estudios ESO debe ser revisado. Pero detrás de los datos, la inversión. Para este nuevo comienzo de curso y según la UGT en España se ha perdido una inversión en educación superior a los 2.600 millones de euros desde 2010, quedándonos también a la cola de los países del entorno, y además más de 210.000 docentes volverán a iniciarse en algún aula diferente tras ser despedidos en verano. En definitiva más alumnos por clase, menos recursos en compensatoria, peores condiciones laborales para el profesorado, etc.

Por lo tanto al miedo como padre al observar la variedad de edades en el patio del instituto, se suma la certeza de que las opciones políticas y las prioridades del Estado no van a ponérselo fácil. El Instituto de Enseñanza Secundaria, que educa con calidad y busca la excelencia, que relaciona lo cognitivo y lo afectivo, que no duda en apoyarse en la diversidad y la tolerancia, no puede ser una quimera de manuales, ha de ser una exigencia de padres y madres, profes, alumnado y, sobre todo, una aspiración de cualquier gobierno.

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