Vivimos en la época de la idiotez masiva; hemos perdido todo norte a base de habernos dejado los valores olvidados, educar en la permisividad y pendientes de la vacuidad de la nada; no hay más que observar la parrilla de la televisión o las horas que dedicamos al enganche de eso que llaman "nuevas tecnologías".

Leer, se lee poco. Si es periódicos, el Marca va líder destacado; los méritos del país los fijamos en deportistas como si no tuviéramos científicos o artistas que llevarnos a la boca.

Y así, poco a poco y de claro en turbio, nos vamos quedando tan en menos quienes no entendemos casi nada, que en breve se nos va a hacer irrespirable transitar el escaso tiempo que nos queda.

En este estado de idiotez crónica asistimos a que un tribunal examinador se presente para hacer un examen a una opositora en la misma sala de paritorio de un hospital, con la epidural puesta, a una aspirante a enfermera. Sí, han leído bien.

Desde el Ecce Homo no habíamos asistido a nada igual.

¡Donosa majadería! Debió incluir la sentencia del juez que anulaba la prueba, aunque el magistrado se quedó corto al no existir un código civil de escarniatontos para poner al examinador a copiar mil veces: "No haré más exámenes a parturientas con la epidural puesta" y colgar su retrato en la sala de idiotas nacionales habilitada a tal efecto en el Museo del Prado.

Creo que el telediario dijo que fueron más de uno los perpetra-examinadores; ya saben, la idiotez española jamás anda sola.

Desde que Felipe González se apropió del Azor esto ya se veía venir. Que el Rey emérito se cayera de las escaleras del brazo de una amiga y muleta en ristre nos dijera que no volvería a matar elefantes, que aquello había estado muy mal y no lo volvería a hacer, era algo que tenía que pasar.

De aquellos barros estos lodos pero mal de muchos consuelo de tontos, que los ingleses también tienen lo suyo.

Les arde como una tea un edificio lleno de itos en un barrio jolf de Londres y uno ve a Teresa May y es que se te queda la cara de que no tenemos nada que envidiar.

O, sin ir más lejos, Pato-Donald Trump, que si fuera español medio mundo estaría desternillado, pero como es americano anda el mundo acojonado.

Un multimillonario que lo ha visto venir, se ha comprado no sé cuantos cientos de hectáreas en Nueva Zelanda y se ha quitado del medio.

Ahora que voy a ser plurinacional me he sacado un peso de encima. A cada nación, su marrón y que cada una acarree con sus idiotas, que la idiotez hay que clasificarla y a cada cual la suya.

Al final, al botarate que se le ha ocurrido lo de la plurinacionalidad va a tener razón; creo que lo ha hecho para parcelar las majaderías y dejar descansar España. ¡Dios mío! Me quiero ir a Australia.

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