Visiones desde el Sur

Atentado contra la inteligencia (I)

El miedo, el terror, es el arma más poderosa que existe porque elimina la capacidad de pensar

La mayoría de los actos que realizamos tienen una finalidad, nacen de un propósito intelectual. Por ello, quienes cometen un atentado, o, mejor dicho, quienes ordenan su ejecución y quienes los llevan a cabo, entienden -si es que no han perdido la razón- que dicha acción está justificada, que debe realizarse.

Para los no violentos aceptar esta premisa no es fácil por su incongruencia. Pero, es así como hay que afrontar toda clase de terrorismo pese a que nos duela, si pudiera doler la tal cosa.

No estamos ante actuaciones individuales nacidas de enfermedades psicológicas más o menos transitorias. Lo que tenemos enfrente son ejércitos organizados que utilizan el terrorismo como arma disuasoria para conseguir fines concretos y específicos.

La vida del ser humano nada vale en este contexto; es más, la vida de los otros, de los que mueren, mientras más apocalíptica sea, más terror produce en la población y en mejor situación deja a los terroristas para negociar. Esto es así aunque tales argumentos arañen el alma y la sensibilidad de quienes todavía conservan las mismas. Hay que desterrar la ingenuidad de nuestros planteamientos. El terrorismo no es un accidente, es la consecuencia de actos premeditados que persiguen un fin, reitero.

El monopolio del terrorismo no lo tienen sólo las organizaciones extremistas y radicales, también son propiedad de muchos Estados, incluso de los que basan sus acciones a lo contenido en una Constitución que aboga por el mantenimiento de los derechos de la ciudadanía, especialmente el derecho a la vida. Y esto no es una incoherencia.

Los servicios de inteligencia de todos los países saben mucho de lo que hablo. Todo. Lo saben todo. Por eso sus acciones se llevan a cabo en la sombra, en la parte nada diáfana, oscura, de cualquier país. Y esto es un continuo realimentarse que siempre favorece a algunos que por lo general no salen en los papeles ni en las fotografías. Una desgracia, vamos.

Los ciudadanos estamos ajenos a estos negocios. Sólo ponemos el asombro, el miedo y los muertos. Una pandemia la del terrorismo que no es nueva, que siempre existió desde que nos agruparnos en hordas, en tribus, y empezamos a dirimir las diferencias no con la palabra sino con las armas. Y el miedo, el terror, es el arma más poderosa que existe porque elimina la capacidad de pensar y da paso a los ardores de la sangre, de los impulsos, de la fe ciega en el ojo por ojo.

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