La otra orilla

Apropiación indebida

La mejor manera de desmovilizar es cambiando el lenguaje o creando un leguaje nuevo

Este sistema en el que estamos inmersos termina apropiándose de todo: de nuestras casas, de nuestros trabajos, de nuestro ocio, de nuestros símbolos… Resulta llamativo la manera en la que las grandes empresas nos han robado imágenes y frases que en algún momento fueron revolucionarias.

Así el Che Guevara ha terminado siendo la estampación de una camiseta, la estrella roja el símbolo de una lata de cerveza, la revolución la campaña de una tienda de electrodomésticos y la república el anuncio de una tienda de muebles… No cabe duda de que el neoliberalismo está ganando la batalla ideológica y nosotros la estamos perdiendo. Están logrando que olvidemos la cultura obrera, esa cultura en la que palabras como solidaridad, justicia social y trabajo digno tenían un sentido pleno y completo.

Ayer escuché a nuestro Rey hablar del trabajo decente, decía que todos tenemos derecho a un trabajo decente y digno. Mis ojos se abrieron como platos y caí en la cuenta de que también estábamos perdiendo la batalla de la lucha sindical. La mejor manera de desmovilizar es cambiando el lenguaje o creando un leguaje nuevo. De esta forma aparecen palabras nuevas como agentes sociales, regulación laboral, desempleados optimización de recursos para hablar de sindicatos, parados o despidos. Cambiando la terminología se cambia la realidad cruel que supone quedarse parado y sin empleo.

Pero, como esto no es suficiente -el sistema es voraz y siempre quiere más- hay que domesticar aquellas expresiones que pueden crear conciencia, hay que utilizarlas para consumir o vender. De esta forma las palabras que en un momento fueron expresión de fuerza y de lucha se domestican y pasan a ser palabras sin significado pleno. Hay una apropiación indebida de nuestro acervo cultural para que no quede acervo ni cultura. A partir de ahora cuando hablemos de revolución pensaremos en una tienda de electrodomésticos o cuando oigamos república nos agobiaremos con los muebles que habremos de montar.

Pero hay que resistir y habrá que llamar a las cosas por sus nombres y como decía una canción de Sabina hay que llamar pan al pan, vino llamarle al vino, al sobaco sobaco y al que mata llamarle simplemente asesino. Pues eso…

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