Amaya

Con Amaya nos sumergimos en un universo nuevo, que quizá alguna vez habíamos intuido en nuestros sueños

P style="text-transform:uppercase">ARÍs, años 60. Francisco Espinoza, padre de Amaya, peruano acostumbrado a saltar fronteras siguiendo los vientos de su inspiración, estaba por entonces apasionado por la cerámica, apoyándose en la artesanía popular para conferirle la condición de arte, asimilando en Sèvres los métodos tradicionales y los de vanguardia, hasta alcanzar una feliz simbiosis entre el dominio de las técnicas y la exploración de nuevas vías; de hecho críticos solventes consideran a este "artista total" como el mejor escultor en cerámica del siglo XX. El encuentro de Francisco con la madre de Amaya, Pilar, en Burgos, había sido sin duda providencial, al proporcionarle el afecto, la comprensión y el equilibrio que serían el caldo de cultivo idóneo para su desarrollo personal y artístico.

Cuando Amaya nace en París, la poeta Lucile Mogenet escribe para ella una preciosa nana Berçeuse pour la petite fille des Andes. Creo que la libertad y la fraternidad universal son las claves que pretende legar en su poema a la niñita de los Andes: "y sabrás y me dirás / dónde se encuentran los pensamientos / en vuelos de alegría que devuelven al hombre su luz / creando ondas fraternas /dejando su paz en tu sueño." Lo cierto es que en la trayectoria vital y artística de Amaya esta semilla plantada en su cuna ha germinado y producido frutos artísticos espléndidos, que culminan, por ahora, en el libro de artista El hombre del futuro, en el que, según sus propias palabras "busqué insistentemente una simplicidad cromática que me permitiese sintetizar y expresar esta historia que es mía y que es universal: el ciclo infinito del nacer y renacer."

Si se me permite la autocita, "con Amaya nos sumergimos en un universo nuevo, que sin embargo no nos resulta ajeno, quizá porque alguna vez lo habíamos intuido en nuestros sueños. Se trata de un ámbito en el que la pintura y la poesía se funden de forma natural, en el que la delicadeza del trazo y del color se ponen al servicio de un concepto, no solo estético sino también ético".

Hasta enero El hombre del futuro puede ser apreciada en la Casa de la Provincia de Sevilla. Numerosas personas, amigos y admiradores de Amaya llegados de España, Portugal y Francia, disfrutaron en la inauguración de una exposición que ha despertado gran expectación. Como ha dicho Fernando Iwasaki, "Amaya ha pintado el pasado desde el futuro. Ha valido la pena esperar".

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