La tribuna

Juan A. Estrada

¿Alianza de civilizaciones?

LA crisis económica se percibe cada vez más en la sociedad y afecta de manera desigual a la población. Lógicamente son los sectores sociales más pobres los que más se resienten. Entre ellos los que tienen trabajo en un sector más vulnerable, concretamente el de la construcción. En él abundan los extranjeros, una gran parte de los inmigrantes que han venido a España los últimos años. A esto se añade que la inmigración se ha convertido en un problema político, una de las temáticas de la campaña electoral que permitía un rendimiento en votos. Las elecciones son ya cosa del pasado. La xenofobia, es decir, el rechazo al extranjero pobre, que se ha alentado, permanece. Sus efectos duran mucho más que el tiempo de las elecciones. La utilización electoral de temas sensibles, que pueden causar preocupación social, tiene un costo a medio y largo plazo. Sobre todo, si se afianza en los próximos años la crisis económica, la xenofobia y el racismo pueden resurgir con fuerza. Los acontecimientos de Francia e Inglaterra con los emigrantes pueden darse también en España. De ahí la "locura" de los que por rentas electorales inmediatas contribuyen a crear malestar en la opinión pública, facilitando así que se cree un grave problema a medio plazo.

Una de esas consecuencias aparecen en los medios de comunicación de estos días: la gran cantidad de ciudadanos latinoamericanos, que no necesitan visado, y que son rechazados en los aeropuertos por las autoridades policiales. Naturalmente hay que cumplir los reglamentos europeos, ya que la entrada en España implica también a una gran parte de Europa, en la que no hay exigencia de visado para los que se desplazan desde nuestro país. Pero no es simplemente un problema de reglamentación. Se acumulan las denuncias contra la policía por malos tratos e insultos a los latinoamericanos; por las escasas condiciones de los centros en los que se interna a los pasajeros retenidos, a veces durante varios días; por la intolerancia y prepotencia en los interrogatorios, en los que no se da facilidades a los pasajeros para probar su suficiencia económica o que otros avalen por ellos. Hay profesores invitados por universidades para asistir a un congreso, tener alguna ponencia o mantener contactos de trabajo con académicos españoles, que son despedidos, a pesar de que los implicados y los anfitriones que los esperan, intentan mostrar las invitaciones oficiales a las que responden los viajes. Brasil, que es el gran país de Latinoamérica, ya ha comenzado a tomar represalias. Otros países pequeños, como El Salvador, tienen menos posibilidades de respuesta y las protestas de sus ciudadanos no llegan a los medios de comunicación.

Mientras tanto prosigue la retórica de la amistad hispano-americana; del encuentro de civiliza-ciones, con el que se quiso bautizar la conquista de América; y del diálogo de países y culturas, al que obedece el proyecto político de la "Alianza civilizatoria". En la recámara quedan, sin embargo, realidades más pertinentes que la retórica política, tantas veces encubridora de situaciones menos gratificantes. Hay más de un millón de ciudadanos españoles en América Latina y la hostilidad contra los sudacas fácilmente podría volverse en rechazo contra los gachupines, los españoles que tienen nacionalidad de cualquier país latinoamericano, o simplemente residen allí. La imagen de España como "aliada natural" de Latinoamérica, comienza a ser cuestionada cada vez más. Y es alentada por la prepotencia de algunas firmas españolas que buscan hacer negocios en América y actúan como "conquistadores", desde un complejo de superioridad en los que se mezclan la arrogancia y la ignorancia.

La población española, y sobre todo su gobierno, no debería olvidar la sabia afirmación de Felipe González, hace ya muchos años, de que el futuro de España en el mundo depende, en buena parte, de lo que acaezca a América Latina, y no necesariamente al revés. Es decir, el porvenir español va a estar mucho más condicionado por los beneficios que pueda sacar de América Latina, no sólo económicos sino también políticos y culturales, que el de América por lo que haga España. El presente es todavía español, en cuanto que es el país más rico de la comunidad hispánica, pero no se necesita mucha capacidad profética para pronosticar que no siempre será así. De ahí, la necesidad de pasar de la retórica a la praxis política y concientizar al pueblo español de lo mucho que se juega en su trato con los latinoamericanos. Es una exigencia de justicia y también de interés egoísta, si es que no vale lo primero. Y hay que recordarselo a un país que es un "nuevo rico", y que pronto ha olvidado su memoria histórica de país pobre, de tierra de emigrantes que iban a hacer "las Américas" a los países que hoy nos envían a algunos de sus ciudadanos, y que se creyeron eso de "la madre patria común".

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