E style="text-transform:uppercase">ntre los muchos villancicos encantadores, tradicionales y entrañados en nuestros tiernos recuerdos de infancia y de celebraciones familiares, uno de los más antiguos y de noble procedencia, es aquel cuya letra empieza: "Joy to the world!/ The Lord is come;/ Let earth receive her King/" (¡Alegría para el mundo, El Señor ha venido. Reciba la tierra a su Rey!). Lo escribió Isaac Watts en 1719 basándose en un texto de la Biblia. La música la adaptó y arregló Lowell Mason en 1839 sobre la partitura original de Georg Friedrich Händel. La exaltación de su letra y de su música expresa el regocijo de los creyentes ante la Natividad de Jesús.

Cuantas veces evocamos aquel poema de mi paisano Cristóbal de Castillejo (1490 - 1550), coetáneo de Juan Boscán, Garcilaso de la Vega, Diego Hurtado de Mendoza y el gran Luis de Góngora, uno de los grandes poetas renacentistas que escribió "Pues hacemos alegrías cuando nace uno de nos/ ¡Qué haremos naciendo Dios!". El ambiente se llena de la jubilosa intimidad y el alborozo que alienta el hogar familiar. En nuestro marco más entrañable el vínculo juanramoniano nos devuelve cada año a su libro más recordado, Platero y yo, en la rememoración de la fecha: "¡La Candela en el campo!... Es tarde de Nochebuena y un sol opaco y débil clarea apenas en el cielo crudo, sin nubes, todo gris en vez de todo azul, con un indefinible amarillor en el horizonte poniente…". Es la Navidad que amamos quienes mantenemos su espíritu de amor y fraternidad, ese mismo hálito gozoso y jovial que inunda los corazones de la gente de buena voluntad.

Tan enraizadas tradiciones no han impedido ni impedirán nuestro afán indagador, el empeño del hombre en el progreso, sus aportaciones al conocimiento, a los avances de la ciencia, el bienestar y la pacífica convivencia de los humanos. Por ello no renunciamos a vivir el espíritu de la verdadera y más arraigada Navidad. Mientras algunos ambientes se ven inundados estos días por el cálido gozo navideño, otros se ven impregnados por ciertas corrientes antinavideñas, desacralizadoras, que pretenden algo tan extraño e incoherente como una Navidad laica, llena de inconcebibles paradojas. Han surgido en los últimos tiempos corrientes contra ese sentimiento, considerándolo poco menos que retrógrado, inmovilista y desgastado, alcanzando a distintas esferas del pensamiento y la creación artística. El propio cine ha dinamitado o ridiculizado personajes venerados y míticos, como Santa Claus o Papá Noel, tan lejanos a nuestras costumbres, importados por muchos de aquellos que, por intereses económicos, comerciales o espurios, lo han tomado como símbolo, aunque aborrezcan esa sociedad que tanto imitan. Permítanme volver a mi querido Góngora: "Caído se le ha un clavel/ hoy a la Aurora del seno;/ ¡qué glorioso que está el heno/ porque ha caído sobre él!". Paz y bien para todos.

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