Hace unos días decía Iñaki Gabilondo que, en elecciones, más importante que el mensaje que se emita es la manera de exponerlo (el contexto, los oyentes, los recursos…). Es decir, una buena persuasión consiste en cuidar cómo decir lo que se quiere decir, para que quienes oigan, entiendan lo que se desea que entiendan.

Pensándolo bien, como poderse, se puede conseguir. El lenguaje es manipulable. Baste cambiar el orden de las palabras o el tiempo verbal en una frase, para que se altere el contenido que transmite. Aceptar esta realidad tiene consecuencias para todos pero, sin lugar a dudas, para unos más que para otros. Cuando se vende es sumamente importante cuidar la expresión, pues de lo que se entienda dependerá que se venda más o menos. Y cuando quien vende no cree en aquello que vende, deberá disfrazar y adornar el mensaje a fin de camuflar alguna característica.

Como técnica de camuflaje, podría servir lo ocurrido en el Congreso sobre el Cambio Climático recientemente celebrado en Huelva. Para no herir ni señalar a nadie con el dedo, se ha argumentado la influencia de la religión para ofrecer soluciones, citando incluso la Encíclica del Papa Laudato. También, y en plena discusión sobre las causas, se afirma y sin reparo alguno, que el cambio climático "refuerza negativamente los roles de género".

Como adorno superfluo, la situación de los vecinos de Marismas del Odiel, que llevan doce años esperando la casa que las administraciones les prometieron bajo el slogan de Casa por casa¿Por qué no se han rebelado? Pues porque las explicaciones del retraso les llegan desde varios frentes: la Junta de Andalucía, el Ministerio de Fomento con su Plan Estatal de Vivienda, los fondos Feder, el Ayuntamiento... Además, según las circunstancias, las acciones a emprender son: urbanizar, reurbanizar, acondicionar, alquilar, comprar o revitalizar ¿Cómo saber qué pedir y a quién pedirlo?

No me ha resultado fácil, pero ahora lo entiendo. El truco está en distorsionar el lenguaje hasta crear en el receptor esa incomodidad ante la incomprensión del mensaje que culmina en abortar cualquier intención de pedir explicaciones. La coartada para evitar respuestas indeseadas consiste en enredar al oyente, ya sea con palabras extrañas, con nuevos términos e incluso con argumentos insólitos para justificar determinadas situaciones. Confundir a través del lenguaje se perfila como un eficaz medio de adiestramiento del ciudadano ¡Viva la comunicación!

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