Si no se quejasen no serían delanteros. "Los gordos", esos tipos por cuyas inmediaciones mejor no pasearse con el balón en las manos en el juego abierto, son algo así como los oráculos del juego. Y para estos hay un atavismo que debería ser intocable, "la Melé". Los que no hemos estado en una, los que no las hemos entrenado, la vemos desde lejos como una especie de ceremonia esotérica en la que se ponen en juego fuerzas ocultas descomunales, pequeños ángulos de ataque o diferenciales infinitésimos de movimientos que decantan la inercia de la estructura. Son complejas, pueden necesitar de varios intentos para que adopten el arco adecuado, tienen unas normas de seguridad claves, y son la esencia del rugby. "¡Crouch, bind, set!" así da la orden el árbitro. Una vez está formada le toca al jugador con el 9 a la espalda introducir el balón en el pasillo que se forma entre las dos delanteras para que el talonador, soportado por los dos pilares o props, levante un pie para talonar el oval hacia la parte trasera de la melé. Pero la World Rugby ha cambiado las normas. A partir de esta temporada cualquier jugador de la primera línea, ya sea talonador o pilar, estará autorizado a talonar. A ver quién es el guapo que estando en un extremo de la primera línea se atreve a levantar un pie para hacerlo.

Todo va encaminado a reducir el tiempo de duración de la Melé. Sólo hay que seguir a tipos que saben de esto, como Matt Rowley y sus trabajos para Telegraph (os recomiendo su página "Green and Gold Rugby"), para saber que uno de los mayores disfrutes para un aficionado al rugby es una melé transparente y bien ejecutada. No hay estadio de rugby que no ruja cuando su equipo rompe el equilibrio y es capaz de hacer retroceder 4 ó 5 metros a la delantera contraria, levantando la primera línea y arrollándolos. Es el único cambio de normas que no me gusta. Aunque no tendrá efecto solo el hecho de tocar la melé es un sacrilegio.

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