Hablaba de la manta, del crudo invierno, en relación al Recreativo de Huelva y la comparecencia del consejo de administración no hace sino confirmar la crudeza de la realidad. Se le agradece la explicación pública. Al menos han despejado algunas dudas, no todas, pero algo es algo. El caso es que la auditoria lo va a retrasar todo. Sólo se espera que la espera no entierre nada, esencialmente la vida del Decano. Recuerdo que el fútbol no entiende de pausas, de esperas, de retrasos. La duda te mata

mata y aunque el Recre viva a tiempo de hoy, la realidad es que pende de un hilo.

Se entiende que hay que hacer las cosas bien para intentar evitar otro patinazo. Pero siempre hay un pero cuando se trata de un club de fútbol. Luego todo depende de lo deportivo. Y si lo deportivo va bien todo se sostiene. El problema es que el agua cada día que pasa se eleva un centímetro. Así, la responsabilidad máxima recae en la plantilla y su entrenador, sencillamente porque salir del pozo le otorgaría a la situación un margen de tranquilidad que a día de hoy no tiene.

Pero ahí radica el otro inconveniente. Esta plantilla, con carencias varias, tiene más fundamento del que expresa. No está para bailarse nada pero tampoco para estar en puestos de descenso. Por eso mismo, el análisis se centra, independientemente de en los argumentos futboleros, en la gestión del estrés y la presión. Queda claro que bajo el prisma de jugar una final detrás de otra no hay rendimiento ni resultados. A lo mejor tendrían que sonreír un poco más y rememorar pensamientos del pasado, trasladarse a un patio de recreo. No es lógico que futbolistas que han rendido en otros equipos hasta hace unos meses ahora les tiemble piernas.

Hace falta que el entrenador se siente en el banquillo. Hace semanas se tomó una decisión y hay que apechugar. Explicado el tema burocrático, queda por resolver el deportivo. Y ahí está la clave. El Decano juega otra final y veremos cómo la afronta. Otra vez la presión jugando al lado de la pelota. En la lectura adecuada de todo eso está la clave. Es la hora de los más experimentados, que deben mostrar el camino. Y es la hora de todos juntos. Porque si reman en la misma dirección seguramente pesemos menos frío.

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