Análisis

Juanma G. Anes

Un gol de pañuelos

Ese quiebro torero y ese derechazo del señor Muñiz dejó afónico a más de uno

Ese golazo en el minuto 93 no nos ha valido, como a otros, para una Copa de Europa, o para un ascenso, ni siquiera para certificar la permanencia (no nos queda nada todavía…), pero fue tal la explosión general de adrenalina cuando el misil de don Miguel entró en la portería de gol sur que me consta que gran parte del recreativismo se levantó ayer rebosante de felicidad, como si estuviera de vacaciones pagadas en el Royal Caribbean con todo incluido. Hay quien piensa que somos un poquito exagerados, que no da para tanto alboroto una raya en el agua, pero no lo creo; es lo que pasa cuando llega una alegría mientras nos jugamos la vida día tras día, qué le vamos a hacer.

Cuando acabó el partido y se aplacaron los nervios en la grada y en el campo, nervios comprensibles siempre que no fallen las formas -y vamos a dejarlo ahí de momento- pensé que el personal está perdiendo la costumbre de sacar los pañuelos al aire, a diferencia de antaño, y que la obra de arte del canterano valía ese gesto. Mi infancia son recuerdos de un Municipal plagado de ellos tras una de esas diabluras inverosímiles de Alzugaray o uno de esos imparables trallazos de Luzardo. Por el estilo y, sobre todo, por el momento, lo de Miguelito merecía esa estampa en el estadio. Además, esos pañuelos nos servirían también para secarnos el sudor y/o las lágrimas, que de eso sabemos mucho últimamente, por lo que el uso de los mismos estaría más que amortizado.

Incluso estando en un pozo sin fondo el seguidor albiazul suele ser feliz con poquito que se le dé. Todos rezamos para que ese quiebro torero y ese derechazo del señor Muñiz, que dejó afónico a más de uno, termine aupando al equipo, por fin, a la ola buena que nos lleve al puerto deseado. Estamos hechos para el sufrimiento, sí, pero pongo la mano en el fuego -y seguro que no me quemo- para afirmar que hasta seríamos capaces de malacostumbrarnos a una buena racha. Hay que cruzar la meta y ésa está a algo así como a cinco victorias de distancia. Pues a alcanzarla como sea, aunque se llegue, como dice la canción "deeeespaaasiiitooo". Con alegrones como el del domingo, la angustia será menos angustia. Seguro.

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