Mano dura, sin miramiento alguno, y a al que le dé que perdone. Hemos asistido en el transcurso del pasado fin de semana a unos hechos lamentables protagonizados por padres de niños aspirantes a futbolistas en edades tempranas, tanto que sonroja que ocurran estos lamentables incidentes. No sé lo que harán los clubes implicados y qué responsabilidad les corresponde. Lo cierto es que no hay disculpa para que la medida sea ejemplar. Entre otras cosas porque eso no pasa por casualidad. Hay gente que asiste habitualmente a los partidos de cantera y ahí se conocen todos.

Puestos en la provincia de Huelva, que a pesar de ser pequeña hay mil partidos de todas las categorías los fines de semana, los padres que acompañan a sus hijos casi siempre son los mismos. Y eso ocurre en todos los sitios de España. Por lo que se sabe, de una jornada para otra, de un año para el siguiente, quiénes son los que provocan chispa antes del incendio.

Es vergonzoso que ocurran estos hechos delante de niños que, además son esponjas y se quedan con todos los detalles. Y no es la primera vez. Ha pasado en Mallorca pero puede ocurrir en cualquier lugar. Y puesto en contacto con directivos, entrenadores y algún que otro padre, coinciden en que un día de estos nos podría tocar de cerca porque el encendido que alcanzan no tiene explicación alguna.

Ejercen de entrenadores, de público maleducado y de árbitros al mismo tiempo. Tienen una responsabilidad enorme los clubes. Porque en ellos está tomar medidas que, aunque sean antipopulares, podrían salvar hechos a los que estoy haciendo referencia.

Se sabe que el fútbol es apasionado y el que lo vive lo hace desde el desenfreno. Pero una cosa es animar y otra meterte en camisas de once varas. Se echa en falta más reuniones informativas, más medidas para evitar lamentos que luego te retratan y acaban pagando justos por pecadores. Hablamos de formación y nos pasamos la palabra por donde dijimos. Al que no lo entienda en español habrá que explicárselo en arameo. Y si siguen sin entenderlo, fuera del fútbol. Que vaya el niño solo que para malas compañías siempre hay tiempo.

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