Vaya por delante mi admiración hacia un tipo que se ha dejado más de media vida en defender y hacer grande al San Roque de Lepe. Manolo Santana, siempre comprometido con la causa aurinegra, lo que ha costado ácidas críticas, muchas de ellas desde la maldad y sin fundamento, sigue a la búsqueda de la fórmula ideal para que el club no deje de crecer pero se está encontrando muchos condicionantes, esencialmente el asunto del dinero, por lo que en muchos casos tiene que hacerse el sueco para no dañar el camino diario de la entidad. Eso se llama pagar un peaje.

Antonio Gaitán es el que pone el dinero para que el San Roque siga en la existencia. Y tiene el firme compromiso de poner, además, otras cantidades para liberar al club de la deuda que arrastra desde la época de los ingleses. Asunto mayor, pues. Pero eso tiene connotaciones que pueden acabar por enterrar lo deportivo. Que no es asunto menor porque sin equipo no hay club y sin objetivo claro no hay horizonte.

El caso es que a la hora de escribir este artículo el San Roque recién había terminado el partido ante Los Barrios. Ya saben lo que pasó, 2-4, sin entrenador oficial y sin cabeza ni sentido. Porque independientemente del resultado, dolorosísimo, el cuadro lepero aparentó estar en el primer partido de la pretemporada. Dio la impresión de no estar trabajado y de que hay mano u opinión para que el que se siente no tenga mando en plaza como debería. Debería saber el que pone el dinero que si el equipo fracasa en lo deportivo todo lo demás dejará de tener importancia. Luego se precisa un entrenador que tome decisiones, sin interferencias, sin tener que vigilar su espalda para ver qué cuentan otros.

Cruda papeleta para Manolo Santana, que tiene el cometido de convencer al que manda para que coja el camino correcto. Antes de que la afición se levante en armas, el San Roque debe poner en su banquillo a un entrenador como la gente que trabaje el equipo y que le diga a los jugadores lo que deben hacer. Porque la mayoría está haciendo lo que le da la gana.