Más allá del resultado que se dé esta tarde en el Artés Carrasco o el desenlace final de la temporada del Lorca, los movimientos de los últimos días producidos en la entidad a la que se enfrenta el Recre y lo que rodea al conjunto murciano nos permiten hacer una proyección sobre su modelo de fútbol y su traslación a la actualidad del Recreativo de Huelva. Vive el Decano en una fase institucional que concluirá con su paso a manos privadas. El Ayuntamiento sabe que tiene que vender antes o después (al ritmo actual parece que tardará todavía más de lo previsto), pero la cuestión no es tanto cuándo sino cómo hacerlo. Haríamos bien y echar un vistazo a los ejemplos que hay en todas las categorías para entenderlo. ¿Qué modelo queremos? Hay ejemplos de sobra y de todo tipo. Desde los extremos del Eldense a situaciones estrambóticas como las vividas en Granada o Valencia en Primera División. Tanto como pronto es conveniente que sea bien.

El más próximo sirve de referencia clara. Es el Lorca un club que va a la ciudad que le da nombre a disputar sus partidos, pero que hace vida lejos de ella. Tiene en el Pinatar Arena su centro de operaciones a más de 100 kilómetros de la localidad. ¿Aceptaríamos un Recre así? Un club de domingo que de lunes a sábado nos fuera ajeno y distante. Es una entidad que no salió de los puestos de ascenso en toda la temporada y que va por su tercer entrenador, que vive sujeta al dinero externo y del mismo modo a intereses que no siempre casan con los propios con el riesgo evidente de ser un juguete roto.

A 16 de abril todos nos cambiaríamos por un Lorca que pelea por el liderato y subir a Segunda División mientras nosotros lo hacemos a brazo partido por lograr la permanencia en Segunda B por segundo año consecutivo. ¿Las diferencias hoy son abismales, pero dónde estaremos unos y otros dentro de diez años? La cuestión es si queremos un club así.

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