Análisis

Juanma G. Anes

Del consuelo de tontos a la última palabra

No somos ni los más feos, ni los más inútiles ni los peores del mundo mundial, no

En esa manía de autoflagelarnos que tenemos los onubenses (y que imitan los choqueros adoptados porque, como el amor por el jamón y por el pescaíto frito, a ellos eso también se les pega rápido), esta etapa moribunda del Recre ha sido la mejor excusa para que algunos -yo me incluyo- nos fustiguemos asidua y públicamente. Y es que los llantos, ya que se sueltan, hay que echarlos fuerte, como plañideras caras que se precien, claro que sí.

"¡Qué vergüenza que el Decano, que debió ser mimado siempre como una joya, esté hoy así!" o "¡En otro lado no hubieran aguantado a un tipejo tan impresentable como ése ni cinco minutos!", son algunas de las frases lapidarias relatadas entre latigazo y latigazo (y repito que yo me incluyo). Pero no somos ni los más feos, ni los más inútiles ni los peores del mundo mundial, no. ¿Echamos un repaso? Veamos: la prisión del sevillista Del Nido, el jaleo bético con y sin Lopera, lo que ha sufrido el Cádiz, el desastre del Xerez, aquella larguísima etapa en el desierto del Granada, el Córdoba del peculiar Sandokán, las penurias actuales y pasadas del Jaén… ¿Cruzamos Despeñaperros? Bien: miremos a ese Elche al que descienden ¡de Primera! por sus inútiles dirigentes y que hoy toca de cerca la Segunda B, o a la eterna locura del Valencia, o a ese Salamanca que echó el cierre junto al Burgos o al Logroñés, o a los escándalos de Piterman en Santander y Vitoria… ¿Los grandes? Bien, gracias: la vergonzosa retahíla de imputados y condenados -presidentes y jugadores incluidos- del Barcelona, esos del Madrid a los que se les olvida lo de Hacienda… y de los escándalos de los Gil, Cerezo y compañía en el Atlético qué les voy a contar que no sepan ya.

¿Sirve todo eso de consuelo? Pues seguramente no. ¿Dejamos de fustigarnos pensando que aquí no nos merecemos ni respirar? Pues igual es buena idea, aunque para dejar de llorar quizás sea mejor esperar 30 días más. Será entonces cuando se comprobará si, realmente, habrá merecido la pena esta habilidad para sobrevivir malviviendo con el esfuerzo de todos. Si el secuestrador que nos hirió de muerte no se sale con la suya será una grandísima victoria. El Ayuntamiento tiene la última palabra. Esperemos que esté todo atado y bien atado.

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