Análisis

PACO GUERRERO

A un buen mayoral del campo bravo

Anda el barbuquejo del sombrero apalancado sobre la percha. La gorrilla de cuadros echada al socaire de cómo pegue el sol y el caballo aparcado de la rutina diaria. Se ha retirado del campo bravo un mayoral, otro más, de todo ese paisaje ambicioso de afición y amistad que lleva años alimentando mi relación con el toro.

Los mayorales son la columna vertebral de cualquier ganadería. De cualquiera, y en ello debería irle la v ida en entenderlo todo ganadero que se precie como ganadero y como aficionado. Son la piedra angular donde encontrar el porqué del toro que crían esos campos. Los ganaderos, también; pero si en algo nos debe preocupara a quienes amamos con profundidad el toro sea esta realidad que el tiempo hace retirarse del día a día de la dehesa a los que cada mañana ensillan su caballo y conocen tanto de la lluvia como el calor frente al toro y lo quieren, lo respetan y lo sueñan. A esos rostros curtidos de leyendas y sol. A esos hombres sabios del campo bravo. A uno de ellos, a Fernando Ramos, le homenajeaban ayer tarde en su tierra esos treinta y tantos años largos de oficio entre toros y campo. Homenaje merecido por cuanto ha significado Fernando en ese tiempo de la familia Ortega y de Los Millares, la etapa más larga a nivel profesional.

Fernando, al igual que Escobar o Rafael, allá en la Ruiza, representan a una de esas últimas generaciones que se han forjado con toda la rotundidad que la vida del campo bravo le deja a uno. Recio en el carácter con el que defender el oficio; parco en la palabra cuando hizo falta, compañero leal en la collera con Nacho cuando el día alboreaba en busca de becerretes nuevos o de vacas que apartar la relación con un hombre como Fernando enriquece sin ambigüedades el carácter de quien le tiene cerca.

Si durante todo este tiempo le ha pasado por encima el tiempo que también nos lleva a los demás, anoche le llegó el turno a ese cariño que la gente de la divisa triguereña supo poner en el sitio preciso a quien sin duda ha sido parte vital en esos veinticinco años que homenajeaban a un ganadero.

Viajen estas letrillas hasta ese terreno en el que se funden y confunden vaqueros veteranos llenos de tiempo y sabiduría con los que navegar sin brújula entre las encrucijadas y los secretos del animal más arrogante de la creación: el toro. Simplemente como agradecimiento de aficionado.

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