La tranquilidad es un bien escaso en el mundo del fútbol, uno de tantos en la esquizofrenia habitual que rodea este deporte. Aquellos que la tienen disfrutan normalmente de un plus que les permite lograr objetivos que en climas inestables resultan imposibles. No hay que ir muy lejos para encontrar evidentes ejemplos. Basta con imaginar la temporada que habríamos vivido si el verano hubiese sido sencillamente normal.

Una victoria esta tarde ante El Ejido otorgaría al Decano un altísimo porcentaje de su ansiada permanencia en la categoría, que prácticamente quedaría finiquitada a falta de un partido de siete por jugarse, y fundamentalmente inyectaría una dosis de tranquilidad de valor incalculable.

La salvación es prioritaria, es una condición sine qua non para el devenir futuro del Recre, pero hay tantas cosas por hacer todavía que plantearse siquiera la posibilidad de afrontarlas sin la amenaza deportiva ya desde finales de marzo es un escenario que nos cuesta hasta trabajo imaginarlo. Sería un final ideal en estos tiempos.

La tranquilidad permitiría a los rectores centrarse en buscar soluciones a situaciones críticas a nivel institucional que permanecen aparcadas, permitiría al propietario avanzar en negociaciones que deben mucho al futuro deportivo del club y despejaría numerosas incógnitas.

Vivir el final del campeonato sin la zozobra de los últimos años es uno de los pocos lujos que actualmente nos podemos permitir en el Recreativo. Es un premio para los corazones nada desdeñable y además una ventaja enorme por lo mucho que toca reconstruir. Ya lo advirtió Toledano el jueves pasado. La planificación debe comenzar en mayo como muy tarde en cualquiera de los escenarios posibles. Si puede ser desde hoy mismo no estamos en condiciones de dejar escapar esa oportunidad.

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