Se acaba la Cuaresma y con ella mi colaboración para este Pórtico de Semana Santa. La cantonera se despide de ustedes contenta porque luce limpia, brillante, preparada para embellecer la cruz y evitar los golpes de los descuidos humanos. Por eso no quisiera dejar pasar esta oportunidad para ensalzar la figura del sacerdote don Antonio Bueno, gran cofrade que nos dejó hace poco, pero que recordaremos bastantes veces durante estos sagrados días, pues nos vienen numerosas anécdotas llenas de amor y cariño a nuestras cofradías.

Don Antonio, era una persona afable, muy fácil de localizar en los grandes acontecimientos religiosos de la diócesis y siempre dispuesto a prestar su inestimable ayuda. Podemos recordar sus magníficas intervenciones anunciando la llegada de su querida Virgen de la Esperanza para su Coronación o en la espera de la misa que el papa san Juan Pablo II nos ofreció en su visita a Huelva. Incluso durante muchos años, en la misa de Pentecostés que se celebra en El Rocío, donde el padre rociero mostraba otra de sus debilidades: su Hermandad del Rocío de Bonares, en la que fue tres veces Hermano Mayor.

Recuerdo perfectamente cómo vivía su amor al Recreativo de Huelva y cómo se esforzaba para que al equipo no le faltara la "ayuda divina" antes de cada partido, porque sólo una persona con la espontaneidad y gracejo que le caracterizaba, con la bufanda de nuestro Recre sobre sus hombros, era capaz de pedirle al mismísimo papa Francisco que rezara por nuestro Decano para que pudiera cumplir otros 125 años de vida y así poder ganar la Copa de Europa.

Siempre al servicio de la diócesis, canónigo maestro de ceremonias de la SIC de Huelva y asiduo a los cultos catedralicios hasta que le fallaron las fuerzas. Persona culta y preparada. No podemos olvidar que fue párroco de la Purísima Concepción cuando se accedía por concurso-oposición.

Su amor por las cofradías era incuestionable. Podríamos recordar infinidad de situaciones donde su apuesta por las hermandades era clara y valiente en un mundo donde, a veces, las cofradías no estaban bien vistas. Recuerdo que se tuvo que solicitar su presencia para imponerle las nuevas potencias al Señor de Pasión porque algunos se negaban. E incluso cuando la Hermandad de la Misericordia ponía la primera piedra de su futuro templo y no encontraban a ningún sacerdote para bendecirla, sólo don Antonio accedió, teniendo que revestirse en un portal cercano, al no poder acceder a la Iglesia de la Milagrosa.

Tampoco me puedo olvidar del cariño que le tenía a "sus niños de la Concepción" y cómo fue capaz de cambiarles la idea de crear una hermandad de penitencia más, al gran acierto de fundar la hermandad de la Inmaculada que la parroquia y toda Huelva necesitaba.

Va a ser extraño no verlo sentado todos los días en su palco de la carrera oficial, junto a su prima Isabel y su familia, viendo pasar esas cofradías que tanto amaba, porque su recuerdo será difícil de olvidar en nuestra Semana Santa.

Llegará la Resurrección en su Bonares natal, que también es el mío, donde manda la tradición que la Pascua se reciba con la procesión del Santísimo tras la misa del Alba. Y después, cuando todo el pueblo, a los sones del Romerito, se desplace al desayuno de los dulces que ofrece la Cruz anfitriona, seguro que recordaremos el cariño que le tenía a la suya de las Cuatro Esquinas, que el año pasado recibía con una alfombra de romero a todo el pueblo, porque una Semana Santa sin Resurrección, no tendría sentido.

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