Programación

Las cofradías no se pueden mostrar como un espectáculo sin trasfondo

Mucho se habla en los últimos tiempos, a mi juicio en demasía, de los ataques que sufre la Iglesia Católica en general y el mundo de las cofradías en particular, así como también existe una corriente que tiende a verlo todo de forma negativa desde dentro. Esa corriente la suelen protagonizar personas que ya vienen de vuelta en esto de las cofradías, pero que por el camino se han encontrado personas, momentos o situaciones, que les han hecho estar durante algún tiempo desencantados con el mundo que tanto les ha dado y por el que tanto han dado.

Como todo en esta vida, lo óptimo se encuentra en el punto medio, no va conmigo esa idea derrotista de que todo está desnaturalizado al completo, que nada en este mundo tiene ya sentido, que hemos perdido el norte y tantas opiniones al respecto en las que algunos basan sus comentarios. Además, veo en el fondo de estos planteamientos una intención de desilusionar a las generaciones que con fuerza están llevando a cabo el relevo generacional en nuestras cofradías. Pero tampoco soy partidario de alabar constantemente todo, de justificar todas las acciones y situaciones, de conformarnos viendo los caminos por los que están desembocando algunos aspectos de nuestra Semana Santa. Ni todo es malo, ni todo es bueno, aunque hay mucho más bueno que malo. Puede parecer en algunas ocasiones que estamos vendiendo todo esto como un simple espectáculo (de ser así de simple no tendría nada) pero tampoco podemos controlar cómo se lo toma, uno a uno, el público que nos presencia. Las cofradías siempre hemos salido para que nos vean, y no al revés como predicó alguno en su día. Nuestro objetivo lo tenemos claro: evangelizar con nuestras imágenes en la calle. Esto se puede asemejar a la parábola del grano de trigo, depende de donde caiga dará sus frutos o no.

Pero lo que no podemos hacer las cofradías desde dentro es mostrarlo ya de por sí como un espectáculo sin trasfondo ninguno, ahí el fallo ya si es responsabilidad nuestra. Esto puede ocurrir cuando, por ejemplo, leo que una hermandad hace un llamamiento en general para que todo aquel que tenga intención de cantar una saeta o realizar una petalá, informe previamente a la hermandad para que esta pueda elaborar un "protocolo de saetas y petalás". ¿Será por hacer protocolos? Es cierto que puede llegar el punto en que en una determinada calle se termine llevando a cabo un insoportable certamen de saetas, pero la solución a eso es muy antigua, sólo hay que levantar el paso y continuar, como se ha hecho toda la vida. Creo que querer programar las muestras de devoción en forma de saetas o petalás sí que es un ejercicio grave de desnaturalización de la Semana Santa, porque entonces sí que será un espectáculo lo que este ofreciendo la cofradía y así será como lo vea el que está a pie de calle.

Pero como no quiero caer en el discurso que comenté antes, me prefiero quedar, hoy Jueves de Pasión, con la ilusión que volveremos a renovar en unos días, con las ganas que hay de ver el manto de Paquili sobre los hombros de la Virgen del Rocío y Esperanza, de quedar deslumbrados con el dorado del canasto del misterio de la Fe, de maravillarse con el renovado misterio y paso para el Señor de la Humildad, y con tantas y tantas cosas, momentos, oraciones, sentimientos, emoción, plegarias… que nos va a dejar una nueva Semana Santa.

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