Corría el final del mes de octubre de aquel año, en el que sin saber la que se nos venía encima había cerrado el viejo negocio familiar de tejidos y confecciones con más de un siglo de historia que heredé de mi padre, cuando los naranjos florecían por el mes de abril. Después vino la quiebra de Lehman Brothers en agosto, el gigante financiero norteamericano, aunque a finales de año, no había aún la más mínima conciencia colectiva de lo que estaba por venir. Estábamos, sin saberlo al final de uno de los ciclos expansivos de la economía mundial, más importantes de la historia, en el que nos habíamos habituado, prácticamente sin distinción de clases sociales, al derroche y al consumo exacerbado y descontrolado de todo.

Por entonces recibí una llamada, como era y es habitual, del técnico municipal, para invitarme a encarnar a uno de los tres representantes de Sus Majestades los Reyes de Oriente en Almonte. En teoría, no me tocaba hasta el año 2013, pero la renuncia de alguno de los candidatos registrados que le tocaba aquel año, hizo correr de forma vertiginosa la lista. Renunciar al año 2013 no era poco, pues, no en vano, coincidía con una estancia de la Virgen del Rocío en Almonte. Acepté el encargo con una única condición: que intentáramos, de acuerdo con los otros dos representantes y la entidad organizadora, el ayuntamiento, darle un giro a la Cabalgata de Reyes de Almonte. Me incomodaba ver, cómo año a año, y como se ha hecho normal, los candidatos se afanaban, en el ambiente derrochón de aquella época, solo en tirar y tirar y tirar, cuanto más mejor. Total, lo normal es que se fuera una única vez en la vida. Pues, eso,... cuanto más mejor. Me aterraba constatar ese espectáculo que se genera involuntariamente, con una mayor incidencia entonces, de desprecio absoluto a cosas que valen, con miles de caramelos que se quedaban en las calles, sin que nadie se molestara en mirarlos o recogerlos; de desprecio al trabajo de los que dedican sus esfuerzos diarios en mantener limpias nuestras calles; un mensaje en cierto modo contraproducente de destrucción, de derroche, de insensibilidad hacia los que no tienen… Y todo ello, en una noche mágica, en la que grandes y niños hacen piña entorno a la Cabalgata de Reyes y se manifiestan dispuestos a absorber todo lo que le entre por los sentidos.

Fue el momento en que pusimos en marcha la campaña bajo el lema, Siéntete un Rey... un caramelo, una sonrisa, en la que articulamos en pocos días una estrategia que motivara a todos a recoger los caramelos, facilitando unas bolsas rotuladas para tal fin, como instrumento de la campaña. Cada bolsa de caramelos recogida, de aproximadamente dos kilos y entregada en diversas dependencias del Ayuntamiento de Almonte valía un euro, que aportaban los industriales de la localidad, con el apoyo de Cepyme Almonte; y valía, así mismo, una papeleta para un gran sorteo de regalos, que se hacía después de Reyes, que incluía, desde un viaje a Disneyland París para cuatro personas, hasta una camiseta del Real Madrid, firmada por toda su plantilla...

Ya lanzado el proyecto fue sorprendente la respuesta de todos. Parecía que era una iniciativa esperada y deseada. Los industriales aportaron unos 4000 euros, que fueron a parar a Cruz Roja Internacional, mientras que los almonteños recogieron más de 3000 kg de caramelos, de los cuales unos 2000, en buen estado de presentación y conservación, fueron enviados al Sahara, a los campamentos de refugiados. Aparte, conseguimos un apoyo importante de la entonces entidad financiera El Monte para desarrollar la campaña. Todo salió mejor de lo que hubiéramos imaginado cuando nos propusimos convertir esa debilidad tan manifiesta de todas las cabalgatas en una fortaleza. Sólo bastó con focalizar una parte del esfuerzo de la organización en la recogida. Con todo, el fruto más importante de aquella Cabalgata Solidaria improvisada fue el proyecto de las Muñecas Madrinas; una aportación realizada por la maestra de primaria, ya entonces jubilada, Amparo Espinosa, a la que tuve el buen acuerdo de poner a su disposición los retales de telas que no habían tenido salida en la liquidación de la tienda para que con sus habilidades manuales pudiéramos reforzar los argumentos solidarios de la Campaña. Ella trajo el modelo, que a todos nos sorprendió gratamente, otro le puso el nombre, y entre todos, pero principalmente con su ayuda, conseguimos sacar las primeras cien Muñecas Madrinas, de un proyecto que luego se ha prolongado ocho años, con unos resultados verdaderamente óptimos en todos los sentidos…. y especialmente en la huella imborrable que ha dejado en el alma de tanta gente. Son esos recuerdos los que estamos rememorando estos días al cumplirse diez años de aquel sueño convertido en realidad.

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