El rugby, temporada tras temporada, durante tres consecutivas, ha batido el récord de licencias en España. Ya son 30.000 y subiendo. Los clubes están trabajando con valentía y, salvo honrosas excepciones, pocos medios para hacer que este juego -cofre del tesoro de los valores originales del deporte- llegue a más personas. En Huelva, la punta de lanza es el Tartessos que, con más de 80 licencias y cuatro equipos en competiciones oficiales de la Federación Andaluza, ha venido trabajando desde su creación para apuntalar la ya irreversible llegada del rugby a la provincia.

El club ya empieza a demandar un hábitat más acorde a sus necesidades "biológicas". Sus equipos de la cantera están formando a jugadores cuyos nombres ya se asoman a las libretas de los seleccionadores regionales. Los sub 16 y sub 14 sorprenden a clubes más potentes cuando llegan a campos lejanos, y despliegan su rugby a la mano, rápido, evasivo y valiente. Unos equipos serios que compiten en unas instalaciones perfectas -el estadio Iberoamericano Emilio Martín- pero que entrenan en campos cuatro veces más pequeños de lo que necesitarían. Ahí encuentra la barrera para que los linces se desarrollen. Un hábitat más adecuado.

El Tartessos ya planifica la temporada próxima, en la que prevé un incremento de fichas importantes. La principal restricción para su crecimiento serán unas mayores necesidades de campo de entrenamiento. El deporte del oval puede hacer especial a Huelva -como ya la hace ser hábitat del lince- si sigue el camino que están trazando el club, las instituciones y la sociedad onubenses. La resolución de este escollo es un pilar fundamental para el crecimiento del Tartessos y del rugby federado en Huelva. Un deporte que es paradigma de la formación de personas en valores que, por desgracia, son cada vez menos frecuentes, y cuya concentración es proporcional a la capacidad de avance de la sociedad que los alberga.

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