Análisis

josé antonio vieira roldán

'Bon appétit'

La torrija siempre será el producto estrella de los cofrades, aunque se comparta con hornazos

Llegando estas fechas, en muchas de las guías cofrades que nos encontraremos por doquier, habrá un apartado dedicado a la gastronomía cuaresmal, que a decir verdad, aunque ahora está muy de moda el saber de peroles, ollas y recetas culinarias, creo que no leen ni los turistas. En el común saber de todos, y no sólo de los cofrades, las torrijas son los productos estrella; ese exquisito manjar, que si no lo comes estás casi condenado al shaöl, al averno pecaminoso. La torrija se convierte en estas fechas en una poción mágica como la de Astérix, que infunde a los tertulianos en cualquier reunión cofrade de ese puntito de abolengo de cofrade rancio. Así podríamos hablar de otros productos típicos como las tortillitas de bacalao, los garbanzos con bacalao o espinacas, las poleás, los hornazos o los pestiños empapuchaos en miel. Artículos estos, propios de la más refinada y auténtica pitanza cuaresmal. No obstante, hay otras viandas menos refinadas, pero que con el tiempo se están convirtiendo en los tops de la gastronomía cuaresmal y cofrade. Son productos aptos para paladares no tocados por el refinamiento propio del cofrade más sutil, pero que, a los que nos sentimos del vulgo, nos sientan de escándalo. Sin duda alguna, el primer puesto lo ocupa la cerveza. Son fechas en las que se beben litros de cerveza como si fuesen ese elixir de la vida. La cerveza cuaresmal tiene un sabor distinto a la que nos tomamos en otras fechas del año. Ahora tiene un sabor a hermandad, a amistad, a camaradería, a tertuliazos. La cerveza con su amarillo color, nos evoca a ese sol que todos anhelamos para la Semana Santa. Esta excelsa bebida no va a aparecer en ninguna guía de Semana Santa, pero es la bebida más fetén de los cofrades. Evidentemente, la cerveza hay que beberla con la moderación propia que da la madurez, ya que como se dice en el libro de los Proverbios, el beber en exceso es "alborotador". Por lo tanto, el primer requisito para degustarla y disfrutarla en buena compañía cofrade es la moderación en su consumo. Pero la cervecita fresca tiene un compañero de viaje especial; es el altramuz, el lupino tabernero, que en cualquier reunión se come con ansias. Pero inmersos ya en la Semana Santa, podemos ver cómo surgen los grandes devoradores de pipas. Este producto que en mi humilde opinión no casa bien con el ver cofradías. Es muy desagradable escuchar ese crujir de las pipas al abrirse al paso de una cofradía. Es también una falta de respeto y de decoro. Es tan desagradable como el escuchar un móvil a mitad de una misa o en el patio de butacas del Gran Teatro el día del pregón. Los tiempos cambian y los paladares también. Las torrijas las seguiremos comiendo y todos tendremos la receta exacta de cómo es la auténtica torrija de Huelva. La torrija siempre será el producto estrella de los cofrades, aunque en alguna tertulia tenga que compartir honores con los polvorones y mantecados de las últimas navidades y que, como no se coman ya, se ponen duros. Lo importante de la gastronomía cuaresmal es que sirve para reunir a las personas, sirve para crear grupos, para disuadir las individualidades y lo que es más importante, sirve para delimitar y recordar la época en la que estamos inmersos. La Cuaresma de cada época traerá sus nuevos sabores, que sólo hará acrecentar el catálogo de las viandas de estas fechas. Hagan sus aportaciones.

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