Análisis

Luis Nieto

Adrián, adiós a un torero de verdad de tan sólo 9 años

Un torero. Adrián Hinojosa, con tan sólo 9 años, era un torero de verdad. No sólo porque buscase en sus sueños el serlo, si no porque además creía en el valor más importante que enseña la tauromaquia: la superación.

Era un niño de 9 años al que le saltó un miura ilidiable, un cáncer que le corneaba los huesos y que finalmente acabó con él. Y él, casi sin fuerzas, sujetando el gotero con una mano, daba pases y más pases al aire con la otra en la habitación de un hospital. Enrazado, jamás tomó el olivo, esbozando cada día una sonrisa a la vida.

En tiempos en los que hay desalmados que fingen enfermedades para colectas en su provecho, Adrián, como su familia, no pedía para él beneficios económicos, que se obtuvieron en el festival celebrado el pasado 8 de octubre en Valencia gracias a varias figuras del toreo. Adrián quiso que aquellos beneficios fueran destinados a la Fundación de Oncohematología Infantil (FOI) para que se investigue y que otros niños puedan afrontar con éxito la lidia contra el terrible mal que se lo ha llevado. Parece mentira que algunos malnacidos le desearan la muerte. Pero Adrián, hijos de... vive, vive como torero porque luchó a capa y espada hasta el desenlace final. Porque Adrián, aunque no pudo vestirse de luces, demostró que a sus 9 años era un torero de verdad.

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