Cultura

Las dos vidas de Christopher Lee

  • El actor, querido por sus papeles de Drácula o Fu Manchú y por los hijos y nietos de quienes lo encumbraron en los 50 y 60 gracias al Saruman de 'El Señor de los Anillos', muere a los 93 años.

Nació en una elegante mansión de Belgravia en 1922. Su padre era Geoffrey Trollope Lee, teniente coronel del 60th King's Royal Rifle Corps, y su madre la condesa Estella Maria Carandini di Sarzano, una famosa belleza eduardiana. Tras el temprano divorcio de sus padres vivió con su madre entre Suiza y Londres. El segundo marido de su madre fue el banquero Harcourt Ingle Rose, tío de Ian Fleming. Tras la etapa escolar fracasó en su intento de cursar estudios universitarios en Eton, siendo suspendido por un tribunal presidido por M. R. James. La profunda impresión que el genial escritor de relatos de terror le causó despertó en él la pasión por lo oculto. Atlético, con casi dos metros de estatura y una extraordinaria voz de registros profundos, los universos terroríficos le aguardaban. 

Tras la Segunda Guerra Mundial empezó a trabajar como actor iniciando su carrera tan desde abajo que conoció a su amigo y partenaire en tantas películas Peter Cushing cuando ambos hacían de figurantes en el Hamlet de Olivier. Rodó muchas películas y obras de televisión -su filmografía abarca 300 películas- en papeles secundarios entre 1946 y 1956. Este último año su interpretación en La batalla del Río de la Plata de los prestigiosos Powell y Pressburger le valió un contrato con Hammer Productions en el momento ideal. Porque ese mismo año Michael Carreras y Anthony Hinds, nietos de los fundadores de la modesta productora, decidieron relanzar su decaído negocio centrándose en el cine de bajo presupuesto y el terror aliñado con erotismo. La nueva línea se había iniciado un año antes con El experimento del Dr. Quatermass (Val Guest, 1955) y se prolongaría con La maldición de Frankenstein, dirigida por Terence Fisher e interpretada por Lee como el monstruo y su amigo Cushing (que también debutaba allí con esta película) como el doctor. Era 1957. Ambos encontrarían en la Hammer el modesto pero eficaz escenario que los haría primero populares, después famosos y finalmente inmortales. 

Porque por muchas terriblótidas -estupenda palabra inventada por mi padre para designar los sofocones estúpidos por desproporcionados e inútiles- que les den a quienes creen que las películas se ruedan para que ellos pontifiquen, el público amó desde el principio las películas de Lee y Cushing en la Hammer, encantadoramente cutres pero realzadas por el oficio de sus directores y sus excepcionales intérpretes. La maldición de Frankenstein inició ese ciclo que hizo de oro a la Hammer y convirtió en estrella del cine popular a Christopher Lee. Le siguieron Drácula y Pasillos de sangre (1958), El perro de los Baskerville y La momia (1959), Las dos caras del Dr. Jeckyll y Las manos de Orlac (1960), El sabor del miedo(1961), Sherlock Holmes y el collar de la muerte (1962), La Medusa (1964), La diosa de fuego (1964, con una espectacular Ursula Andress), La maldición de la calavera y El regreso de Fu Manchú (1965) y -alcanzando la cumbre de su popularidad- Drácula, príncipe de las tinieblas y Las novias de Fu Manchú. Cabe a la Hammer el honor de resucitar el terror clásico ligado a los vampiros, momias, doctores locos y chinos perversos que había conocido en los años 30 su edad de oro. 

Mientras rodaba estas películas, y muchas otras en Italia dirigidas por Mario Bava (Hércules en el centro de la Tierra, 1961) o Camillo Mastrocinque (La maldición de los Karnstein, 1964) le dio tiempo de actuar junto a la explosiva Jane Mansfield en la erótica Too Hot to Handle (1960) o con el cantante beat Adam Faith en Beat Girl (1960), que supuso el debut cinematográfico del compositor John Barry. Se le escapó, ya que citamos a Barry, el papel de Dr. No en el primer Bond, para el que su primo Ian Fleming le propuso sin éxito. Se sacó la espina interpretando años más tarde al malvado Scaramanga en El hombre de la pistola de oro

Tras romper con la Hammer su carrera decayó (rodó pésimas películas, algunas con Jesús Franco) logrando atravesar el desierto de los 70 gracias a unas pocas pero excelentes interpretaciones a las órdenes de Wilder (La vida privada de Sherlock Holmes, 1970), Hardy (El hombre de mimbre, 1973, su película favorita), Lester (Los cuatro mosqueteros, 1974), Hamilton (El hombre de la pistola de oro, 1974) y Spielberg (1941, 1979). Parecía condenado a series B y seriales televisivos. Pero, experto en resurrecciones como era, revivió en los inicios del siglo XXI convertido en una estrella para los públicos jóvenes gracias a Tim Burton (Sleepy HollowCharlie y la fábrica de chocolateAlicia en el país de las maravillas), Lucas (la trilogía inicial de La guerra de las galaxias), Scorsese (La invención de Hugo) y muy especialmente Peter Jackson, que le ofreció el papel de Saruman en El Señor de los Anillos

Gracias a estas obras Christopher Lee fue popular entre los hijos y nietos de quienes lo encumbraron en los años 50 y 60. Y compartió más cosas con los jóvenes: pasados los 80 años grabó discos de heavy metal. Murió dejando tres películas rodadas a los 93 años y aún no estrenadas. Envidiable. ¿Fue un gran actor? En su caso hay que decir: ¡y qué más da! Fue una presencia magnética en la pantalla. Y un gran profesional que le decía a los jóvenes actores: "Es mejor ser profesional que tener talento. He trabajado con los peores y los mejores directores. En varias ocasiones me he preguntado qué hacía en el plató. Pero nunca me he largado de un filme".

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