Cultura

La utopía pervertida

  • La nueva novela del cubano Leonardo Padura alterna el relato del exilio y asesinato de Trotsky, la biografía de su verdugo y la realidad contemporánea de la isla caribeña

Bien conocido en España por su serie de novelas policiacas protagonizadas por el detective Mario Conde, el periodista, narrador y ensayista Leonardo Padura es uno de los autores ineludibles de la nueva narrativa cubana. Al margen del mencionado ciclo, que cerró de momento La neblina del ayer, ha publicado, siempre en Tusquets, La novela de mi vida, una estupenda evocación de la historia de Cuba que empieza en los tiempos de la colonia -tras los pasos del poeta José María Heredia-, continúa en los inicios del siglo XX y llega hasta nuestros días, trazando interesantes paralelismos que apuntan a la dificultad de mantener una actitud independiente -el precio a pagar es siempre la persecución y el exilio- en cualquiera de las épocas recreadas. En esta nueva novela, que comparte con las anteriores un evidente propósito moral, Padura combina el gusto por la intriga, el tratamiento de personajes reales y la ambición por recrear fielmente la Historia, volviendo a transitar por la realidad contemporánea de la isla pero ampliando el espectro mucho más allá, hasta abarcar la trayectoria entera del siglo pasado desde la perspectiva del fracaso del experimento soviético.

La estructura narrativa de El hombre que amaba a los perros es ciertamente compleja, pero ello no impide que el lector quede atrapado desde la primera página. La historia, que combina tiempos y voces, contiene tres planos que darían para otras tantas novelas: la vida de Trotsky después de su obligado exilio de la Unión Soviética, perseguido -durante las sucesivas etapas de su huida, en Turquía, Francia, Noruega, México- por la ominosa sombra de un Stalin obsesionado con dar muerte al más carismático de sus rivales e impugnadores, que aun desterrado conservaba su ascendiente sobre buena parte del comunismo internacional; la preparación del magnicidio por parte del espionaje ruso, la locura genocida del dictador, las cruentas luchas por el poder en la corrompida burocracia soviética y la biografía del verdugo español de Trotsky, marcada por su entrega a la causa comunista; y por último, la parte cubana que tiene como protagonista a Iván Cárdenas, autor de un manuscrito donde se da cuenta de las confidencias de un tal Jaime López, "el hombre que amaba a los perros", un anciano enfermo bajo el que se oculta la identidad de Ramón Mercader -el ejecutor de Trotsky-, que en efecto pasó sus últimos años en Cuba. Según nos cuenta, Iván lo conoció un año antes de su muerte, en 1978, y antes de su propia muerte -es su amigo Daniel Fonseca quien da a conocer el manuscrito- relata los amargos recuerdos de aquel hombre desencantado que confesó su crimen bajo nombre falso, mientras paseaba a sus galgos por la playa.

El bárbaro asesinato de Trotsky en su casa de Coyoacán, México DF, por la época en que el exiliado terminaba un libro sobre Stalin que quedó inconcluso, es el momento estelar de la novela. Era el 20 de agosto de 1940. El asesino, según es fama, lo sorprendió desprevenido y le clavó un piolet en el cráneo. "Saltó como si se hubiera vuelto loco, dio un grito como de loco, el sonido de su grito es una cosa que recordaré toda la vida", declaró el "presunto victimario" a la policía mexicana, según consta en las actas del interrogatorio a que fue sometido días después. Se hacía llamar Jacques Mornard o Franc Jacson, pero su verdadero nombre era Ramón Mercader del Río, español de Barcelona, espía soviético y asesino a sueldo, con un largo historial de servicios desde que fuera captado para el Partido por su madre cubana, paradójicamente llamada Caridad. La España de la República y la Guerra Civil, la Unión Soviética durante el sangriento mandato de Stalin, el México de los años 30 o la Cuba de los 70 son algunos de los escenarios de una novela que sorprende por su ambición panorámica, por su capacidad para construir una fábula verosímil a partir de hechos sobradamente conocidos y por el ingenio empleado en darle forma.

Padura muestra un dominio absoluto de los recursos narrativos, aunque tal vez abusa de la documentación manejada en páginas cercanas a lo ensayístico. La voluntad de ser riguroso y el empeño por trazar un relato pormenorizado, especialmente de los años de exilio de Trotsky y también de la vida de Mercader, juegan a veces en contra del ritmo de la narración. En cambio, el retrato psicológico de los personajes -del asesino y de su víctima, del joven cubano, de toda una constelación de secundarios- es sencillamente magistral. Por lo demás, Padura no sólo sabe contar, sino que enriquece su relato con reflexiones morales sobre la lealtad, la traición, la obediencia debida, el desengaño, la derrota o la muerte, confiriendo densidad moral a una historia dramática que para muchos no ha terminado todavía. En efecto, la visión crítica del narrador a propósito de "la utopía pervertida" es tanto más significativa cuanto que proviene de un escritor afincado en la isla, donde no todos leerán con agrado esta apenas velada denuncia -los pasajes de la historia cubana son bastante inequívocos al respecto- de la dictadura castrista, uno de los últimos restos del naufragio. Gran novela, así pues, una conmovedora recreación de los crímenes de Stalin y un canto desolado a la inutilidad de tanta sangre derramada.

Leonardo Padura. Editorial Tusquets. Barcelona, 2009. 576 páginas. 22 euros

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