Cultura

Una tarde que sabe a gloria

  • Del festejo de Trigueros, sobresale entre el exquisito juego de los astados lidiados y el gran toreo de los actuantes, un soberbio ejemplar de Cuadri que fundamentó el éxito de Manuel Jesús Pérez Mota

Hay tardes donde una plaza se llena tanto de toreo, que desde la cercanía no puede llegar a apreciarse todo cuanto de bueno existe. No nos da tiempo a comernos un manjar exquisito, cuando de pronto el siguiente plato nos llena tanto la vista y los sentidos que casi no nos acordamos de las excelencias de aquello que nos sabía a gloria. Asi es, o al menos asi me parece, ese festejo, grande por todo. Por el fin benéfico, por la respuesta de todos, por los ganaderos que trajeron un ganado de impecable presencia que además sirvió con calidad y por los toreros que fundamentaron con tan apreciable material una excelente tarde de toros. Y digo excelente presentanción, a sabiendas de que los pitones romos que permite la ley cuando de festival se trata, no taparon un ápice la importancia de presencia que lució el ganado envíado por todos y cada uno de los ganaderos. ¡Que menos en Trigueros, tierra de Toros!.

El capítulo artístico se deja llevar, mención aparte de trofeos que no llenan ya escalafón, hacia unas cotas altas que empezó enjaretando el rejoneador Alvaro Montes con una bien domada cuadra, llena de estética y torería. Anduvo bien el jiennense con un novillo de la Prusiana que se vino arriba en la lidia, fue noble colaborador con el torero y acudió presto y alegre en los cites desde el caballo.

Víctor Puerto supo entender de cabo al rabo la condiciones del ejemplar de Arucci que abrió lidia a pie. Flojito pero con calidad en su embestida, Puerto le fue metiendo poco en una faena que tuvo la virtud de un temple muy exquisito hasta hacer afianzarse al animal y hacer aflorar la calidad de una embestida que decididamente debe mucho al torero que tuvo enfrente. Un torero, con el buen oficio a flor de piel que luce a los toros y a su toreo, pareciendo fácil lo que otros no lucen. El temple manda en el toreo y con el caminan por la senda del triunfo muchas faenas como la de Víctor ayer en Trigueros.

Buen toro y buen torero en el conjunto que ofreció la lidia del segundo de a pie. Tenia calidad, templanza y nobleza, ademas de estampa, el toro de Millares. Un buen puyazo de Carbonel terminó de limar los apuntes distraídos de la primera parte de la lidia. Después Salvador, con un toreo muy importante, donde llevó con largura al toro, terminó rematando por sendos pitones la calidad de la embestida de un animal entregado, haciendo largo y profundo el muletazo. Coronó, como merecía la obra, con una impecable estocada.

Muy torero anduvo Antonio José Blanco con el incierto pitón derecho del de Villalobillos, al que terminó acoplando con la zurda dos estupendas series que ahormaron al toro para permitir pasar después al pitón diestro a rematar faena, rotunda por cierto hasta en la estocada.

Explosión de clase y bravura en el novillo de Cuadri. Cuajo que llevó dentro una calidad excelente que Pérez Mota aprovechó a discreción. Estaba cantado, desde que abrió los vuelos del capote para ceñir la verónica, que el novillo tenía clase y pujanza. No le dudó el torero y entre el toreo bien hecho y la bravura del animal, surgió uno de los grandes pasajes de la tarde con un toreo elegante por los dos pitones donde toro y torero cantaron calidad, rubricada después con la vuelta al ruedo para tan completo ejemplar.

Miguel Angel Delgado abrochó la tarde frente a un encastado y nada fácil ejemplar de Guadaira. Faena muy mediatizada por un ruedo con demasiadas sombras, pero en la que Delgado mostró ganas y voluntad por agradar.

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