Cultura

La soledad del torero

Una plaza cualquiera, y no lo es, de cualquier lugar de España, que ni mucho menos es. Si no la que más, la que más cuesta llegar. Gloria. Bendición. Olimpo. Tres toreros tres. Seis toros seis que fueron siete. Ninguno con casta. Hierro errado. Poco más de media plaza. Sarampión japonés, indio y chino por los tendidos. Cortejo y protocolo. Espectáculo pésimo. Sesteo. Pobreza. Tristeza de toros. Tristeza y sufrimiento de tres toreros que se juegan la vida para vivir jugando a toreros. Con tales toros… la fiesta se muere.

Soledad del torero. Soledad del público. Muerte de la fiesta. Del arte.

No sé muy bien a qué viene esta introducción y por qué titular el presente artículo con La soledad del torero. Espero convencer y convencerme. Esperemos, que ya es espera, hasta el final.

No sé ya las semanas que no me asomo al periódico con una crítica artística. Imperdonable por mi parte. Felicidad para el lector. Mi director, vestido de J.J. Jameson, del Daily Bugle, claro me lo ha dejado: "¡Aún quedan días, y muchos, para las vacaciones, qué es lo que pasa!". No piensen que estoy remolona, ni holgazaneo con mi ordenador con tal de ligar el mayor número de rayos de sol. Por cierto, falta me hace. La edad lidia mal con el sol, pero mi edad necesita de él para confundir en bronce que mi arquitectura aún puede aparentar la tersura de Praxíteles y no la decrepitud de Giacometti o Bourgeois. En esa estoy. Con esas aparento. Y bien, de verdad.

Mi ausencia, así de sencillo, se debe a que por el sol de Huelva ni una exposición asoma, y la o las que asoman no me implican a la hora de asociarme en complicidad al ordenador. Es como si las urnas del pasado 22-M hubieran dejado meseteños a todos los instructores culturales de la ciudad. Y a sus programas, por supuesto. Pero… estos, los programas, se confeccionan, en teoría, con saber y con tiempo, sin que este, el tiempo, el tiempo eventual, les haga mover ficha al albur de la sinfonía wagneriana compuesta por sus doctos representantes electos.

Hacía tiempo que no acudía al Campus de la Merced. Camino de la iglesia catedral, le debía visita a esa virgen de la Cinta que preside el altar mayor, decidí entrar. Gracias al rector, otro es imposible, pues no existe otro que tenga y contengan tanta fuerza por dar y culturizar, contemplé con entretenimiento en uno de los patios del edificio mercedario la 1º Exposición de Filatelia y Coleccionismo Algarbe-Huelva. Muy interesante, interesantísima desde un punto de vista histórico, y filatélico, lógicamente, pero poco atractiva a la contemplación. Aunque se mezclaban las churras con las merinas…, los coches con los mecheros, los sellos con los no sé qué, meritorio. Lástima, una vez más, será cuestión de la crisis, que una universidad no disponga de un folleto o un catálogo donde se explique la importancia del sello en temas tan golosos como la Guerra Civil en Huelva. En el otro patio, el cercano a la cantina, quiero recordar que había cuadros con fotografías dentro. Creo que la Semana Santa no ha terminado. Nunca termina. Pasión universitaria.

Lo único que ha animado mi soledad en estas dos semanas de ausencia, es la noticia que anuncia la exposición de Antonio Cazorla en Barcelona. Huelva Información, como siempre, al quite, citando los éxitos de los hijos de Huelva. Cazorla es un pintor, precisamente, de soledades, de interior, de fino y ajustado pincel que no se conforma con imitar la realidad, sino con superarla, con hacerla más bella, más íntima, más elocuente, más sorpresiva. Su dibujo es una combinación de técnica y paciencia, de luz y color, de dolor y sensibilidad, de serenidad y autoridad. Por su pintura y por su temática, la soledad de Cazorla es sólo contemplativa, propia, jamás comercial, pues germina y patenta obras capaces de atormentar a cualquiera que aún duda que la pintura es una verdad teñida de engaño. El engaño que nos hace ser felices al contemplarla. Lástima que casi nunca lo veamos exponer en Huelva. Esperemos también.

Llego al final de la crónica y releo. Releo y no encuentro la razón del título y la introducción. Exégesis. El torero tiene cuadrilla, pero él solo compone la figura. En Huelva el estío convierte en rebaja la cultura antes de que Lorenzo ajusticie con sus rayos. Promotores y promotoras, curator y curatoras, instituciones e institucionas, amigos y amigas todos y todas, no dejen más en soledad a la cultura en Huelva. Si dudas, si no hay más en el programa anual, a menudo no es tan malo repasar el fondo de armario de esas instituciones y fundaciones. En tiempo de verano también nos gusta ver exposiciones. Se imaginan contemplar según temática, autores, épocas o lo que sea las colecciones de… todas esas instituciones que hay en Huelva. Con un poco de dinero y un poco de ingenio hasta los descastados toros entran al trapo.

La soledad del torero. La soledad de la Huelva expositiva. La soledad de todos y todas, de onubenses y onubensas, como dijo aquella noble dama de la cultura de todos y todas. Todos y todas queremos exposiciones. Exposiciones todo el año. Exposiciones que nos hagan felices, que nos hagan reflexionar. Aunque sean de filatelia, de mechero y coches metálicos. Con tales programas, con tales electos y electas, la cultura muere. Gracias Rector. Con pocos medios eres capaz de contentar a muchos. Y muchas. La intención, que no siempre es válida, hace seguidores.

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