Cultura

Los riesgos de un fenómeno social

Las modas sensacionalistas han hecho del arte un espectáculo. Cuando a principios de los noventa se probó la fórmula de juntar a los mejores cantantes para ofrecer un concierto a modo de competición, se extendería la mecha por teatros y salas de todo el mundo; nadie quería rezagarse en esta firme apuesta por voces de aquende y allende dotadas de facultades y recursos. Y acostumbrados a estas ofertas musicales, se ha difundido el nombre de "gran concierto lírico".

Pero la lírica es otra cosa. La belleza del canto y la poesía hoy se queda apartada a espacios no necesariamente eruditos, lugares donde perdura el gusto por la música interpretada con dignidad y esmero sin recurrir al alarde y la grandilocuencia. Múltiples compañías y empresas seducen a las masas con el irresistible manjar de un concierto destinado a primeras figuras con piezas de ópera y zarzuela muy difíciles de ejecutar. Grandes ciudades españolas celebran desde hace veinte años efemérides donde se dan cita cantantes cuya técnica extraordinaria desata los bravos de un público a menudo incondicional que garantiza un "no hay billetes". De aquí resulta que el divo o la prima donna terminan eclipsando al compositor y su obra.

Huelva y la fundación Teatro lírico de Huelva dan continuidad en este 2015 a unos conciertos líricos en esta línea de los últimos tiempos. Francisco Sánchez y Antonio Moreno han iniciado la temporada con un recital integrado por canción, zarzuela y musical. Sánchez es un cantante que posee un timbre claro capaz de alternar registros de barítono y tenor, pero sus agudos entran en una zona opaca e inconsistente que le impiden afinar. Cuando reduce el discurso a piano se pierde la uniformidad de la voz quedándose frases sin definir. Paradójicamente, los fragmentos correspondientes al género del musical se hicieron con desahogo, pero esa música no tiene que ver con el carácter y la sensibilidad de la ópera y la zarzuela pues se trata de canto asequible a aficionados. Y fueron precisamente sus versiones de zarzuela las que salieron malparadas en un canto innegablemente trabajoso y desigual.

Antonio Moreno acompañó con seguridad y brillantez unas partituras que no entrañaban elevadas dificultades: siguiendo al solista y en solitario hizo sus mejores intervenciones hacia la mitad de ambas partes.

Estaría bien que la asociación musical Teatro lírico de Huelva, a la hora de programar sus conciertos, no se guiara exclusivamente por el currículum; las cualidades intrínsecas, el compromiso con la música en particular y la cultura en general así como una dilatada y versátil experiencia también avalan al artista. Sin ir más lejos, en toda la provincia de Huelva hay cantantes, solistas, coros e instrumentistas de sobrada competencia que tienen a sus espaldas largos decenios en auditorios y escenarios. Los onubenses no debemos apocarnos ante figuras nacionales o internacionales. Y es que la música no necesita pretextos, sino hechos.

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