Cultura

Un pensador entre las sombras

  • El onubense afincado en Sevilla Julián Granado retrata en 'De humanidad y polilla' las contradicciones de Francisco Ferrer Guardia, pedagogo anarquista fusilado después de los sucesos de la Semana Trágica

El pedagogo Francisco Ferrer Guardia (Barcelona, 1859-1909), impulsor del proyecto pionero de la Escuela Moderna, ideólogo republicano cuyas ideas viraron hacia el anarquismo, fue una figura contradictoria que al mismo tiempo que planteaba al país un debate avanzado para su época barajó el terrible precio de la sangre como una de las formas de hacer llegar su discurso a la sociedad. Las autoridades nunca pudieron demostrar su más que probable participación en el atentado de Mateo Morral contra Alfonso XIII, pero, tres años después, Ferrer era fusilado por una acusación sin fundamento, que lo señalaba como inspirador de los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona.

Con este personaje difícil de catalogar, héroe para algunos y criminal para otros, el onubense afincado en Sevilla Julián Granado ha escrito De humanidad y polilla. Todas las caras de Ferrer Guardia (Anagrama), una novela sobre "la terrible decadencia de las grandes ideas", según explica su autor, en la que se reconstruye la controvertida personalidad de este pensador libertario.

Para Granado, Ferrer "es un personaje francamente contradictorio", un ideólogo que, a pesar de las grandes metas que se fija, arrastra "una serie de debilidades humanas". Fueron estas sombras, estas zonas de penumbra, las que despertaron el interés del autor, que aquí firma su tercera novela tras La pavana de Sieberg y Mendizábal, el caballero Neto. "Lo que me atraía", admite el narrador sobre la génesis de su obra, "era hablar de las debilidades que se esconden detrás de cada hombre público".

Granado considera "bastante demostrado, aunque la justicia en 1906 no pudiera verificarlo" la implicación de Ferrer en el atentado que Mateo Morral preparó contra Alfonso XIII y Victoria Eugenia el día de la boda de los monarcas y que se cobró la vida de 23 personas. "Es incontrovertible que ayudó en esa historia como eminencia gris, que participó en la sombra, desde Barcelona", apunta Granado, aunque añade que, más que este hecho, lo que motivó que los sectores conservadores lo contemplasen como un demonio fue su apuesta por una enseñanza laica en un contexto que funcionaba acatando las directrices de la Iglesia. "Eso fue, quizás, lo que lo condenó a muerte, más que su posible implicación en ningún tipo de atentado", sentencia el novelista.

En la Escuela Moderna, que abrió sus puertas en 1901, Ferrer promovía un aprendizaje que perseguía la experiencia y huía de las ideas preconcebidas, una didáctica racionalista donde convivían los dos sexos y desde la que se combatía el control de la educación pública por parte de la Iglesia. Una metodología con la que el pedagogo disfrutó enormemente, como opina Granado. "Realmente hay muchos libros que, a propósito del personaje de Ferrer, lo juzgan desde una triple vertiente de ideólogo, anarquista y mártir. Más que ideólogo fue pedagogo, le interesaba muchísimo la enseñanza".

A pesar de la fascinación que Ferrer sintió por la evolución de sus alumnos, no pudo comprobar estos avances en su propia familia. De humanidad y polilla está contada desde la perspectiva de su hija, Sol Ferrer, "a la abandonó cuando ella tenía poco más de tres años", desvela Granado. "Ella podía habérselo tomado muy mal pero, en vez de hacerlo así, se convierte en la mejor biógrafa de su padre, y entrega su vida a propagar la teoría paterna de pedagogía libre", cuenta el onubense.

La novela toma como documentación las dos biografías que Sol Ferrer redactó sobre su padre. "Posiblemente descubriría la cara oculta de la luna", sugiere el escritor, "una cara oculta que se calló. Pero de puntillas asoman, en la segunda biografía, todos los silencios que se reservó para sí". Sol, aunque tuvo "una vida tan interesante o más que la de su padre", en la que fue testigo de episodios determinantes del siglo XX como la revolución rusa, la efervescencia libertaria de París o la Guerra Civil, se consagró a la investigación de su antecesor y a la difusión de su legado.

Poco queda, afirma Granado, de esas grandes ideas que defendía Ferrer. "Vivimos en un mundo en el que el progreso se ha visto sustituido por las tecnologías de la comunicación, la revolución por las negociaciones sindicales, la política por el jueguecito de los políticos... Ideas como solidaridad o fraternidad parecen prescritas", declara el autor.

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