Cultura

De mujeres

En más de una ocasión he escrito en esta sección sobre la influencia de las mujeres en la cinematografía de todos los tiempos. El ya clásico "cherchez la femme", redundante en tantas y tantas historias que hemos visto en la pantalla. Tenemos ejemplos de reciente presencia en películas donde la mujer es protagonista decisiva de relatos muy relevantes. De inmediato se me ocurre Cisne negro (2010), con Natalie Portman, flamante y merecedora ganadora del último Oscar a la mejor interpretación femenina por su impecable actuación en un film que ha merecido altos grados de consideración de la crítica internacional. Una actriz por otra parte presente en la cartelera en películas como Thor, El amor y otras cosas imposibles y Sin compromiso, todas ellas producidas en el último año.

En una época donde el poder del feminismo es cada día más absorbente e incisivo, con valedoras implacables en todos los frentes, el cine parece una perspectiva inexpugnable donde la sociedad patriarcal y la misoginia están presentes en numerosos argumentos fílmicos. Admitamos que en cuantiosas ocasiones se debe a un puro mecanismo imprescindible en la historia. La mujer es muchas, muchísimas, veces, el premio virginal del héroe, el fin gozoso de una aventura, la figura en ocasiones perversa de una venganza, la heroína matriarcal del cine del Oeste o la "femme fatale", devoradora de hombres, de una buena película policíaca, un "thriller", modelo habitual del cine negro.

Haciendo abstracción de temas tan representativos como Viridiana (1961), del inefable Luis Buñuel, misógino donde los haya, que usara de la mujer en frecuentes ocasiones como pérfida ninfa egeria de sus argumentos surrealistas, recordemos Belle de jour (1967) y Ese oscuro objeto del deseo (1977), desde la frígida burguesa que se prostituye a las reprimidas diversas de Alfred Hitchcock, incluso de Woody Allen, nos topamos con abundantes ejemplos donde las damas adquieren un papel casi siempre indeciso pero también caprichoso y aleatorio.

No hablemos ya de las, por lo general, bien torneadas damas del incombustible James Bond, desde la rotunda Ursula Andress de Agente 007 contra el doctor NO (1963), hasta la fémina emancipada y empresaria influyente como la sobrada protagonista de El diablo viste de Prada (2006). Así, esquemáticamente diría que este leve acercamiento a un tema tan apasionante que nos sitúa entre el feminismo y la misoginia imperante en el cine desde sus más remotos referentes como Lirios rotos (1919), de H. G. Griffith, Sucedió una noche (1934), de Frank Capra o Historias de Filadelfia (1941), de George Cukor, hasta ejemplos más cercanos como Cuando Harry encontró a Sally (1989), de Rob Reiner o Crash (2005), de Paul Haggis, en una mujer más acorde con los roles de nuestro tiempo, tenemos la certidumbre de que la calidad artística de una película o las reflexiones que suscita, no se enfrentan para nada a las intenciones misóginas o feministas. Y los ejemplos, además de numerosos, son notables.

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