letras

De la memoria, en tres tiempos

  • La editorial Cátedra acaba de recuperar una de las mejores novelas de Vázquez Montalbán, 'El pianista', para su colección 'Letras Hispánicas'

El escritor y periodista Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939-Bangkok, 2003).

El escritor y periodista Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939-Bangkok, 2003). / d. s.

La memoria ocupa un lugar privilegiado en la obra de Manuel Vázquez Montalbán: una memoria arborescente que extiende las ramas desde lo cercano a lo remoto, y echa raíces en lo íntimo y lo colectivo. Una memoria ancha y ajena como una vaca de ubres rollizas que devora a esas vacas de tetillas esmirriadas, vacías por la acción continuada del olvido. Una memoria redonda como la sombra del olivo o alargada como la del ciprés, una memoria como el velo de novia al final del banquete de bodas, otrora inmaculado, ahora sucio, y aun así inopinadamente digno. Una memoria que es un tajo y una cicatriz que te recuerdan de manera tenaz el accidente y la herida. Una memoria en marcha, la que estamos acuñando en este preciso instante; moneda de curso legal hoy, pieza de coleccionista mañana. Una memoria como un espejo insolente que nos echara en cara la imagen de quienes somos, no la de quienes creíamos ser, no la de quien quisimos ser. Esa memoria.

El pianista (Cátedra) cuenta una historia en tres tiempos distintos. Arranca el 3 de junio de 1984 y su protagonista provisional es Ventura, un hombre fracasado, resabiado y enfermo, que vive en un mundo que no es el que soñó durante la dictadura franquista. Ventura sale de farra con su compañera Luisa y unos amigos. Dentro de la noche barcelonesa, en un local de las Ramblas, conoce a Luis Doria, músico de éxito, y Albert Rosell, pianista minúsculo, fracasado también él. A Rosell la Transición tampoco le ha devuelto lo que la dictadura le quitó. La novela da un primer salto atrás, hasta 1946, al momento en que los derrotados en la guerra comprendieron que Franco había venido para quedarse, todavía no imaginaban cuánto. De la España de la Movida saltamos a la España de las cartillas de racionamiento, la España de los años del hambre, la España del miedo. ¡Cuánta hambre pasaron nuestros padres y abuelos! ¡Y cuánto miedo, benditos sean los cielos, cuánto miedo! Este salto supone para Vázquez Montalbán un regreso a los escenarios de su infancia, la auténtica patria de cada uno; una patria sin banderas ni himnos ni patriotas, tal y como debe ser.

La memoria es uno de los grandes temas cultivados por el escritor barcelonés

En 1946, el pianista Albert Rosell, inquilino de las cárceles franquistas hasta poco antes, sale a un mundo que no es el mundo por el que luchó en la Guerra Civil. La novela da un nuevo salto en busca de la memoria de este desahuciado y de toda una generación y, en su tercio final, nos encontramos en las calles de París, en los primeros días de julio de 1936, cuando Luis Doria y Albert Rosell se disponían a hacer una gran carrera como músicos. Luis Doria (un personaje nauseabundo inspirado en la figura y la trayectoria de Salvador Dalí) conseguirá su propósito gracias a la estrategia simple de acercarse al fuego que más calienta, en tanto Albert Rosell abandona todo para defender unas ideas y ya sabemos cómo terminará sus días, ¡acuérdense!

La memoria es como un árbol de raíces profundas. La memoria es la tierra donde ese árbol crece y es el agua y el sol que le da la vida. La memoria es el viento que curiosea entre las ramas, la brisa, la ráfaga, la ventolera, y el vendaval que lo arrancará de cuajo. La memoria es también el espacio vacío dejado por el árbol muerto.

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