Cultura

La mansión de los horrores

Parece consustancial a todas las películas de terror, además de recurrente, como lo hemos visto recientemente y aún está en cartel, en El orfanato, de Juan Antonio Bayona o en Los Totenwackers, de Ibor Cormenzana, una experiencia del género con niños, y lo advertíamos antes en El internado (2004), de Pascal Laugier y tantas otras que nos presentan ese escenario tenebroso y macabro, la clásica mansión de los horrores donde se desarrollan estos relatos siniestros y terribles. Hoy me refiero concretamente a Rec, de Jaume Balagueró y Paco Plaza, cuyo predicamento y éxito ha sido tan notable antes de estrenarse el film en las pantallas españolas que ya está en marcha el rodaje de la versión norteamericana que dirige un tal John Eric Dowdle, como indicaba en mi crítica de la película el miércoles pasado.

Jaume Balagueró, especialmente, ya había mostrado en dos de sus películas precedentes Darkness (2002) y Frágiles (2005) su estimable disposición para el género que ha corroborado ahora en Rec, donde prueba además una nueva manera de concebirlo ya que las imágenes se imponen sobre los argumentos en una generación mucho más visual, así como el afán de muchos realizadores por impregnar con la estética de las nuevas tecnologías la expresión gramática más impactante en el espectador. Esta película es el ejemplo más revelador de este nuevo procedimiento narrativo.

Es todo un replanteamiento del cine de terror en lo que podemos denominar terro-realidad, en lo que, sin reinventar nada, remite su naturaleza a títulos emblemáticos del terror de nuestro tiempo como pueden ser La muerte en directo (1997), de Roger Spottiswode y 28 días después(2002), de Danny Boyle o un título de recuerdo maldito como Holocausto caníbal (1979), de Ruggero Deodato, que tiene su punto de partida en la polémica y escandalosa Mondo Cane, dirigida por Gualtiero Jacopetti en los primeros sesenta. Balagueró ahora traslada la fórmula de índole hiperrealista a un reportaje de televisión en el ámbito alucinante de una película de zombies.

Es lamentable una vez más que el film no se haya estrenado en Huelva capital, lo que ha impedido a los espectadores onubenses amantes del terror cinematográfico ver una película imprescindible, sobre todo para aquellos que buscan sacudidas de pánico, sobresaltos de pavor, estremecimientos de angustia, incluso histeria colectiva, contado todo en tiempo real. Lo que empieza como reportaje televisivo y una salida rutinaria de los bomberos para sofocar el incendio de un edificio, estalla como una delirante pesadilla en forma de virus e inquilinos infectados y enloquecidos que se lanzan a la yugular de quien se ponga por delante.

Esta es una película distinta en una apuesta formal en la que, sin títulos de crédito iniciales, sin música incidental, la acción absorbente y alucinante no da tregua al espectador, salvo en aquellos guiños de humor para describir a los personajes. La pantalla se oscurece, las imágenes vuelven atrás o se aceleran, se rompen, se desenfocan, se saturan y el movimiento propende al descontrol a la distorsión y el público, en una contemplación turbada y alterada, pierde el aliento.

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