Cultura

Menos magia

Este poderoso rey de la magia, especialmente de la taquilla a la hora de llenar las salas, parece que pierde buena parte de ese poderío. Lo leíamos uno de estos días en las páginas de nuestro periódico. El titular de la noticia era bastante expresivo: "Las cobayas de 'Ge Force' pueden con Harry Potter en la taquilla de EE UU". Y es que la película que se menciona, un film de animación de Disney, se encaramó inesperadamente en el ranking de películas más comerciales por encima de Harry Potter y el misterio del Príncipe, que en el momento de componer estas líneas lidera la lista de los títulos más taquilleros en España. La película de la productora fundada por el inolvidable dibujante, Ge Force, que cuenta en la banda sonora con la voz de Penélope Cruz, mejoró todas las previsiones para sorpresa de los admiradores de Potter.

La serie de mayor éxito en la moderna historia del cine tiene en la última entrega del personaje de J. K. Rowling, que lleva recaudados en conjunto más de 4.500 millones de dólares (3.220 millones de euros), en consonancia con los más de 400 millones de libros traducidos a 67 idiomas, una especie de fantasía, como corresponde al protagonista, mezclada con cierta comedia romántica, abunda en las vicisitudes amorosas de sus protagonistas. Esta nueva realización de David Yates, que ya se ha apuntado a la saga, en el ámbito de la crítica internacional ha merecido un aprobado más bien discreto. No he leído ninguno de los libros de Harry Potter. A mí, lector empedernido y libroadicto incurable, pensar en hojear uno de ellos me produce una cierta alergia. Pero confieso que me asombra ese entusiasmo que entre niños y adolescentes despiertan los libros de la señora Rowling y algo tendrán sus novelas y por ende las películas que originan cuando levantan tan enorme expectación y seguimiento.

Es más sorprende también que, a pesar de haberle crecido los enanos, que es lo que suele arruinar a un circo, aquí Harry Potter y sus amigos a los que a ellos les ha crecido la barba y a ellas se les aprecian mórbida curvas, que han producido en unos y otros el lógico despertar de los sentidos, se han sabido hallar resortes válidos para que la historia continúe como si tal cosa, aunque, eso sí, y bien se aprecia en esta película, en muchas ocasiones esos devaneos amorosos prevalezcan sobre otro tipo de aventuras y sortilegios mágicos. Presentes casi todos los personajes de estas historias, salvo los que se han quedado en el camino, y con la incorporación de alguno nuevo como el inefable viejo profesor, bien encarnado por cierto por el solvente Jim Broadbent, tenemos un argumento de lo más relamido e inconsistente con el que sin embargo no dejan de pasar cosas, aunque éstas a veces carezcan de la mayor importancia e interés.

Lo que nos encontramos entonces es un capítulo más de esta historia interminable en la que parece como si nada importara que el público, en su mayoría infantil y adolescente, conociera y admitiera ya como propias las premisas que mueven el espectáculo. Quizás en eso consista su éxito, en que a este público tan peculiar le entusiasma ver repetidas las mismas peripecias. La anécdota es tan liviana, tan evanescente que, seguramente, si se preguntara a cualquier espectador que hiciera un resumen de la misma, no sería capaz de ello. Porque más allá de los inevitables efectos especiales, la enconada lucha contra el malvado Voldemort, los hechizos correspondientes, la magia y los misterios que se van desvelando poco a poco y que parecen ir predisponiendo el final definitivo de la saga, los espectadores se encuentran con un Harry Potter, una Hermione y un Ron en plena ebullición de hormonas propia de su edad.

Todo previsto para adoptar un tradicional talante agradable al gusto de la mayoría predispuesta a contemplar entregadamente complacida un espectáculo brillante, con todo el esplendor de la gran pantalla propicia siempre al artificio y la superchería. Los seguidores de tan afortunada franquicia en la taquilla no se verán defraudados. Es más se entusiasmarán con estas postreras aventuras de Harry Potter. Un providente maniqueísmo sirve para enfrentar una vez más a buenos y malos, héroes y villanos, para pasar un rato entretenido. No buscan ni esperan ni desean nada más los dóciles amantes de este mago inasequible al desaliento.

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