Javier reverte. escritor

"Un libro de la guerra tiene que apartarse del mesianismo, de los buenos y malos"

  • El madrileño acaba de publicar 'Banderas en la niebla', una historia real "contada como novela"

  • Dos personajes antagónicos se cruzan para narrar "el sufrimiento en el campo de batalla"

El escritor Javier Reverte.

El escritor Javier Reverte. / javier albiñana

Cuando tenía diez años su tío lo llevó a ver el mar. Esa inmensidad, ese vacío tan lleno de vida, como explica, cautivó a Javier Reverte (Madrid, 1944) para siempre. El sencillo viaje fue quizás el que le hizo la marca más profunda, a pesar de que luego haya pisado los cinco continentes y cruzado desde África al Ártico. Sus libros de viajes relatan aventuras apasionantes pero ahora ha sido en la Guerra Civil donde ha encontrado la inspiración para Banderas en la niebla, la historia real de dos personajes unidos por la tragedia.

-¿Cuánto tiene de historia real y cuánto de novela Banderas en la niebla?

-Es una historia real contada con las técnicas de la novela. Todos los acontecimientos que se relatan son verdaderos, los personajes existieron pero sobre toda esa realidad hay diálogos que he imaginado y que resultan verosímiles en los personajes tal y como fueron, he creado un ambiente que sería difícil en un relato histórico y he incluido algunos personajes no reales para completar el fondo general de la novela. Contar una batalla desde la perspectiva de esa lucha sobre el terreno, de ese combate a muerte entre dos fuerzas enfrentadas es muy difícil hacerlo desde el punto de vista histórico, así que lo he hecho desde el terreno novelesco.

-¿Cómo llegó a estos personajes?

-Pues por casualidad, casi ni me acuerdo. Empecé hace tres o cuatro años con el personaje de John Cornford, el brigadista británico. Descubrí que había muerto en un combate en Guadalajara un joven que cumplía ese mismo día los 21 años, que era bisnieto de Darwin y que quería ser poeta. Empecé a investigar y descubrí que fue licenciado en Cambridge en Historia, que se había criado en los ambientes más elitistas y me llamó la atención cómo un personaje así venía de voluntario de soldado raso y moría en una batalla muy sangrienta, en la de Lopera. Por casualidad descubrí que allí también murió un personaje antitético.

-El torero sevillano...

-Sí, El Algabeño, un torero y luego rejoneador que era el típico terrateniente, un explotador del campo andaluz y una persona bastante cruel, un fascista y la antítesis del otro, que era un chico idealista, un comunista estalinista que se vino de voluntario a luchar por la República. Estos dos arquetipos completamente diferentes van a coincidir en una batalla sin llegar a conocerse nunca, ni saber el uno del otro.

-¿Qué quería contar sobre la Guerra Civil?

-Quería que fuese una novela de campos de batalla. De la Guerra Civil se ha escrito muchísimo, dicen que más que de la Segunda Guerra Mundial, pero muy poco se ha escrito del campo de batalla. Se ha hablado de la retaguardia, de la política, hay libros de historia y poesía, pero yo he querido narrar el sufrimiento en el campo de batalla, la crueldad de la pelea, es una novela muy bélica en ese sentido. La de Lopera fue una batalla del comienzo de la Guerra Civil de las más duras y mortíferas, duró tres o cuatro días pero fue muy sangrienta. La victoria fue de las tropas franquistas, las otras estaban muy mal entrenadas y muy mal armadas.

-¿La labor de documentación ha sido ardua?

-Sí, la labor de documentación ha sido la de un periodista o un historiador. He fisgado todo lo que he podido. En España he tenido muchos menos elementos de investigación sobre el Algabeño que sobre Cornford. Me ha sido más sencillo indagar sobre el inglés, del que hay varios libros escritos, uno de ellos una biografía, que sobre el Algabeño, que no hay prácticamente nada. Se le cita en El Cossío, en crónicas taurinas de los años 20 y 30 y en los periódicos por el atentando que sufrió en Málaga, donde casi lo matan.

-¿Qué le ocurrió al Algabeño?

-Él había participado en la represión de las huelgas de sindicalistas y en los asesinatos de cuatro sindicalistas en el año 34, también en el fallido golpe de estado de Sanjurjo, era un falangista destacado. En Málaga atentaron contra él tras una corrida, cuando se dirigía a su hotel. Le dispararon varios tiros y le hirieron en el hombro de cierta gravedad. Me costó mucho más estudiar su personalidad.

-¿Qué tiene que tener un libro sobre la Guerra Civil que se escriba hoy?

-Una de las cosas fundamentales es que tiene que apartarse del mesianismo, de los buenos y malos. Hubo un alzamiento militar contra un régimen establecido democráticamente, eso está claro, y fue un golpe en el que quisieron desatar el terror. Pero independientemente de eso, en el transcurso de la guerra se cometieron muchos crímenes en las dos partes. También hubo idealismo en las dos partes, valor y cobardía. El seguir destacando el mesianismo me parece un error, hay que tratar la Guerra Civil desde una perspectiva más real, como lo que fue, un conflicto muy sangriento, terrible y triste, la catarsis del enfrentamiento de siglos de dos Españas, algo que ya nadie quiere que se repita, al menos eso creo.

-¿Piensa que hay que seguir ahondando en el conflicto o pasar página?

-Bueno es un tema literario, por qué no. Es la gran tragedia española y tiene una deriva literaria. También es un momento de la historia cargado de épica, es la Iliada de los jóvenes de una generación y tiene que ser por fuerza un tema literario.

-Pero esto no tiene que ver con la recuperación de la memoria histórica...

-No, mi planteamiento no es ese. Solo quise situar dos arquetipos de esa guerra que confluyeron en una batalla y que murieron con unas horas de diferencia, su destino se unió en un lugar trágico. Los temas de la memoria histórica me quedan un poco ajenos. Soy partidario, por supuesto, de que todo asesinado tenga su tumba y de que los descendientes encuentren los restos de sus allegados, pero no soy partidario de ir recordando constantemente el rencor que generó esa guerra.

-No ha parado de viajar desde hace décadas. ¿Qué le motivó a coger la maleta?

-Nací en un generación que vivió una infancia bastante oscura, de frío, hambre, escasez y, sobre todo, intransigencia. Era una infancia en la que todos los mayores estaban enfadados. Pero en las noveles que leía había exotismo, paisajes distintos, otros lugares que no eran el Madrid de la posguerra y soñaba con irme a ellos. He viajado desde los 20 años pero cuando cumplí los 50 empecé a pasar dos o tres meses fuera. No he parado desde entonces, de viajar y de escribir libros de viaje.

-La riqueza que da conocer mundo no se adquiere en una mesa de escritorio...

-No, claro, pero luego hay que disciplinarse y pasar hora y horas sentado. Cuando me preguntan que cómo se escriben los libros yo digo que con el culo.

-¿En qué género se siente más cómodo?

-La literatura de viajes me sale muy facilona, muy natural y te permite tocar muchos palos. Es muy rica y da mucho juego. Pero me gusta más la novela en la medida en la que me requiere un esfuerzo superior. Cuando consigo una novela que me gusta, como Banderas en la niebla, me siento mucho más satisfecho.

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