Cultura

¿Por qué leer a Vázquez Montalbán?

  • La editorial Debate ha publicado el primero de tres volúmenes que repasarán la obra periodística del escritor, una labor de más de cuatro décadas que comprende más de nueve mil artículos

De niño yo tenía un amigo con quien solía cambiar los tebeos que puntualmente pedía en Navidad, cumpleaños u otras ocasiones pertinentes. Al crecer, este amigo y yo pasamos a prestarnos nuestras primeras novelas. Él tenía un hermano mayor también aficionado a la lectura (no era mi caso, en casa nadie leía salvo yo) y en los intercambios entraban las adquisiciones de aquél. Así, con diez o doce años, leí un buen puñado de cómics brutales, sangrientos, pertenecientes a la serie La tumba de Drácula, a los cuales difícilmente habría hincado el diente de otro modo. De adolescentes, en tales transacciones se incluían las novelas de Manuel Vázquez Montalbán. La razón era sencilla: este hermano, o quizás otro mayor aún, había pasado varios años trabajando como camarero en Cataluña, allí había descubierto las historias de Pepe Carvalho, y le encantaba regresar a las Ramblas barcelonesas aunque fuera a través de las evocaciones de un libro. Guardo un cariño especial a las dos primeras novelas de Carvalho que devoré, La soledad del manager y Los mares del Sur, y de la primera aún tengo un ejemplar de hojas amarillentas de cuando entonces. Y guardo un cariño aún mayor al autor, un escritor cuyo estilo uno ha imitado en el empeño ímprobo de hallar el propio y cuyo ejemplo reivindico vivamente.

De Vázquez Montalbán yo leía (leo) todo cuanto caía (cae) en mis manos; incluso crónicas futbolísticas, y eso que no me gusta el fútbol (En estos días de glotonería futbolera y grosería triunfalista, me habría gustado ver cómo enfocaba él la reciente victoria de la selección española en el mundial de Sudáfrica). A Manuel Vázquez Montalbán le debemos una labor periodística infatigable, de un valor incalculable, que abarca más de cuatro décadas y los temas más dispares: política, literatura, costumbres, música, deporte, televisión, gastronomía, decoración… Entre 1960 y 2003, cuando la muerte le sorprendió en ciudad tan inverosímil como Bangkok, Vázquez Montalbán escribió más de nueve mil artículos, muchos bajo los seudónimos más coloristas: Luis Dávila, Jack el Decorador, Manuel V el Empecinado, Sixto Cámara, Victoria Kent, Donald Lam, etc. Esta ingente producción empujaría a creer que todas las puertas se le abrían, que se lo pusieron fácil, nada más contrario a la realidad. Las pasó canutas, tal como suena. Para un intelectual de izquierdas, depender de la prensa falangista, como le ocurrió a él, fue un auténtico suplicio. Imagínense, comer de la mano del enemigo y no poder arrearle un buen mordisco…

Cuando empezó a trabajar como periodista -su primer artículo aparece el 26 de junio de 1960, en el semanario El Español- seguía aún vigente la Ley de prensa de 1938; o sea, una ley promulgada en plena Guerra Civil, que exigía a toda publicación pasar por el agravio de la censura y el acatamiento de los dictados de arriba. Vázquez Montalbán, cuyo izquierdismo no fue acné juvenil como en otros, hizo arduos esfuerzos por introducir sus ideas aquí y allá, a veces, en apuntes subliminales. En la redacción de Solidaridad Nacional, otro periódico de sus inicios, su poco entusiasmo por las instituciones le granjeó la sospecha de "desafección al régimen", pecado temible donde los hubiera; su director lo puso a prueba y, con motivo del XXV aniversario del 18 de julio de 1936, le encargó la crónica de aquel glorioso cuarto de siglo franquista. El pobre salió del paso como buenamente pudo: Vázquez Montalbán elaboró un desapasionado repaso de cuanto había loado la prensa nacional en esos veinticinco años. La Ley de Prensa de 1966, impulsada por el ínclito Manuel Fraga, no mejoró el panorama. Se limitó a lavarle la cara a la dictadura pues, si bien abolía la censura, seguía castigando toda oposición al gobierno. Y sin embargo, pese a tanto puñetero viento en contra, él siguió haciendo un periodismo audaz como pocos.

La pregunta implícita en estas líneas es ¿por qué leer a Vázquez Montalbán? ¿Por qué meterle mano, por ejemplo, a esa estupenda antología publicada por Debate, Obra periodística (1960-1973)? La respuesta es simple: en cada página hallarán una o varias razones para leerlo. Ya fuera en una columna o en un artículo de fondo, ya en una reseña o en una entrevista, Vázquez Montalbán jamás escamoteaba al lector tres elementos fundamentales: la información, la inteligencia y el placer de la lectura. Frente a otros escritores que exigen que los sigamos por trochas en donde es fácil perder el pie, él salía a nuestro encuentro e intentaba azuzar nuestro instinto crítico, avivar nuestras facultades pensantes y satisfacer el gusanillo lector. El periodismo propicia un "forcejeo reflexivo" -según definición del propio autor- tan estimulante como necesario. E insustituible. No hay página suya en que no concurra un gesto de valentía o uno de cordura o una filigrana de torero de las letras bien metido en la faena. El humor o la alegría son herramientas habituales. Vázquez Montalbán coloca ante los ojos de gato del público un puñado de hilillos entresacados del ovillo de la realidad, a ver si se lanza a por ellos, aunque sea a través del juego.

Como articulista, el camino abierto por él siempre me pareció el más a propósito. Nada en la sociedad le fue ajeno. Nadie le dejó indiferente, y en el índice onomástico del presente volumen saltamos de Sevilla (Carmen) a Shakespeare (William) de una línea a otra. Es otro aspecto digno de aplauso: hizo lo posible por rellenar el socavón abierto por la élite para separar la "gran cultura" de la "cultura popular". Con Manuel Vázquez Montalbán la llamada República de las Letras es verdaderamente republicana.

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