Cultura

"Me habría gustado contar toda la historia de Paesa, pero era imposible de abordar"

  • Alberto Rodríguez cuenta en el rodaje en París algunas claves de la película 'El hombre de las mil caras'

Con traje azul marino, barba y gafas oscuras, Luis Roldán, director de la Guardia Civil española hasta descubrirse que chapoteaba en los lodos de la corrupción, baja de un coche con un maletín negro y observa un macizo rascacielos blanco de 29 pisos cercano a la Torre Eiffel. Corre el verano de 1994 y le acompaña Francisco Paesa, un escurridizo personaje adicto al filo de la navaja, a caballo entre el espionaje y el fraude internacional desde finales de los 1970 hasta nuestros días, al borde de los 80 años.

El equipo de El hombre de las mil caras da por buena la toma y concluye el día de rodaje en París, donde está invitada la agencia Efe para charlar con el director del thriller, Alberto Rodríguez, en una cafetería cercana a la torre Keller.

Allí se ocultó Roldán (Zaragoza, 1943) buena parte de los 304 días que permaneció huido entre 1994 y 1995, poniendo en jaque al Gobierno del socialista Felipe González, que poco después perdió el poder en tiempos de penuria económica y con un Ejecutivo salpicado por numerosos casos de corrupción. "Han pasado veinte años y está de plena actualidad. Tristemente, es algo que se va repitiendo cíclicamente. Es una lacra de nuestra sociedad que no hay forma de librarse de ella", explica Rodríguez (Sevilla, 1971), que recolectó 10 Premios Goya por La isla Mínima.

La película, con un presupuesto de algo menos de cinco millones de euros, se centra en Paesa, el poliédrico aventurero que nació en el madrileño barrio de Chamberí en 1936, inició su carrera en la inmobiliaria guineana, se especializó en Suiza en dinero de dudoso origen, fue detenido en Bélgica, trabajó para el Ministerio del Interior en operaciones contra ETA, figuró como embajador de Santo Tomé y Príncipe... "Me hubiera gustado hacer la historia de Paesa de principio a fin, pero era prácticamente imposible de abordar porque empezó en 1960 en Guinea y creo que todavía sigue por ahí, haciendo alguna cosa de vez en cuando. Al final, contamos el capítulo de los papeles de Laos", comenta Rodríguez.

El superespía fue quien escondió a Roldán en París, supuestamente le estafó los 10 millones de euros -en pesetas- que este nunca devolvió y pactó su entrega al ministro Juan Alberto Belloch, previo pago de 1,8 millones de euros. "La verdadera historia de lo que ocurrió ahí la saben tres o cuatro personas", prosigue Rodríguez, que abraza la ficción desde un meticuloso trabajo de documentación para una película que supone será "polémica", pues removerá fangos políticos de hace dos décadas y retratará miserias presentes también en la actualidad.

Los "ojos del espectador" serán los de José Coronado, en la piel de Jesus Camoes, a quien define como "el más humano dentro de este mundo de espías y hombres muy complejos. Era un piloto de la época, era amigo de Paesa y a él lo que le gustaba era la aventura. En sus ratos libres, entre vuelo y vuelo, se dedicaba a ayudar a Paesa en sus negocios turbios", expone.

Coronado no se reunió con su verdadero álter ego, el piloto Jesús Guimerá, que terminó detenido por una trama de narcovuelos. Todos los intérpretes se apoyaron en el guión y en material de archivo. "El Roldán de hoy día no es el de entonces. Es un hombre que ha pasado 15 años en la cárcel, 10 de ellos incomunicado. En la película está en otro momento vital", argumenta Carlos Santos, que interpreta al exdirector de la Guardia Civil (1986-1993).

La manera de caminar del pícaro con movimientos de aristócrata, una calada a un cigarrillo, estrechas corbatas granates... La cinta promete un realismo impecable, salpicada de detalles que le arrancan de cuajo dos décadas al calendario. "Una parte muy importante para un personaje así es el look: cómo vas vestido, cómo vas peinado, cómo son los ademanes", comenta Eduard Fernández, caracterizado como Paesa de forma que uno no sabe si habla con el actor o con el espía.

Del rufián de guante blanco, que en 1998 publicó una esquela y encargó 30 misas gregorianas en un monasterio para fingir su propia muerte, poco se sabe. Parece que estafó varios millones de dólares a un magnate ruso y exagente del KGB. Y a finales de 2011, con 75 años, Paesa fue detenido al llegar a Sierra Leona con su sobrino en un avión vacío. Olía a un asunto de droga, pero dijo que representaba a un comprador de oro, hizo unas llamadas de teléfono y desapareció. Se le supone en París.

"Tienes la sensación de que va a aparecer, en cualquier momento, en cualquier esquina. Hay mucha gente del equipo que está esperándole", reconoce Rodríguez.

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