Fila siete

La educación sentimental

Este drama romántico es una nueva demostración de la sensibilidad de François Truffaut, que desde el éxito y la fama que le llegaron muy pronto con Los cuatrocientos golpes (1959). Todo un incunable en la historia del cine y en la gloria particular de la nouvelle vague, de la que el realizador fue uno de su jefes de fila, lo cual le permitió afrontar lo que llamó "la educación sentimental", protagonizada por su actor-fetiche, una vez más al frente de su reparto, Jean-Pierre Leaud, una especie de alter ego, que, como el director es el niño díscolo que se fugaba de un hogar dividido y del dominio de un profesor dominante, yéndose al cine.

El tema de la película es un triangulo amoroso, que protagonizan dos mujeres y un hombre, partiendo de la novela de Henri-Pierre Roché, a la que en la versión española se le cambió la última palabra del título, continente por la de amor, que parecía identificarse más con el tema del film. Las dos hermanas se enamoran del protagonista, Claude, que, a su vez, se siente atraído por ambas. Anne, la primera en conocerlo, quiere tanto a su hermana que no duda en presentárselo y en propiciar su relación. Esta generosidad provoca la admiración de Claude, quien desea ardientemente a Muriel.

Hay una particularidad en esta película sobre la educación sentimental que resulta eficaz, aunque siempre suele ser un aspecto negativo. Me refiero a la voz en off que en este caso sirve para que el espectador conozca lo que piensan los personajes, lo cual contribuye a profundizar más en el conocimiento de sus actitudes y sentimientos y permite una penetración psicológica más aguda en algunos de sus impulsos. Los recursos narrativos que parecen apresurar la historia, propician una mayor intensidad emocional al relato. El tono literario de la realización nos refresca ciertas referencias de autores clásicos del arte y la literatura franceses. Todo lo cual ennoblece tan atractiva puesta en escena. Además tan romántico discurso se ve realzado por la espléndida fotografía de ese gran artista de la cámara que fue el español Néstor Almendros, cuya carrera se fraguó casi siempre en el extranjero.

Para quienes ven por primera vez esta película les permite admirar una fisonomía muy peculiar en el cine de François Truffaut, uno de los principales innovadores de la cinematografía francesa a través de aquel movimiento tan decisivo como fue la nueva ola, por los años cincuenta-sesenta del siglo pasado, que fuera muy imitada por muchos directores de su tiempo. Obra menor en la filmografía del malogrado realizador francés, Las dos inglesas y el amor, para quienes la vimos hace muchos años, conserva todo su encanto, que expresa, mediante abundantes apuntes y matices de indiscutible genialidad, su sensibilidad privilegiada.

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