Fila siete

La comedia más previsible

Quizás lo más interesante de esta película sea la aparición en la misma, la última desgraciadamente, del que fuera prestigioso director y afortunado intérprete en muchas ocasiones, Sidney Pollack, fallecido la semana pasada. Como acostumbraba en su larga vida artística, Pollack participaba en numerosas ocasiones como actor y es algo que desempeñaba siempre con acierto, con oficio y con la profesionalidad que en él era digno de admirar y frecuentemente aplaudir. Lo vimos recientemente en Michael Clayton (2007), la muy estimable película de Tony Gilroy, donde cumplía brillantemente con una actuación muy convincente.

Aquí la intervención de Sidney Pollack es más discreta en una comedia de bajo nivel a la altura de lo que es habitual en el género últimamente. Ayer, sin ir más lejos, comentábamos esa decadencia en una especialidad tan genuinamente norteamericana y tan brillante desde sus más lejanos tiempos, reflejada perfectamente en la panorámica que nos brinda la cartelera actual la cual, a falta de estrenos y títulos más brillantes, está bien ilustrada en las salas onubenses de la capital y la provincia. Dicho sea esto en el sentido más peyorativo, pues la muestra no da para más.

El director Paul Weilland, al que conocemos de la serie Mr. Bean (1990), cuyo mayor éxito se debe al peculiar histrionismo cómico del actor Rowan Atkinson, nos cuenta aquí como Tom, que es el clásico conquistador con éxito y calavera impenitente, acostumbrado a frecuentar a mujeres de todo tipo, descubre como con la única que se siente bien es con su amiga Hannah, que, por cierto decide realizar un viaje a Escocia. Tom la echa de menos. Decide sentar la cabeza y pedirle matrimonio a su regreso. Pero Hannah ha vuelto con la noticia de que va a casarse con un noble escocés, pidiéndole a su amigo que sea su "dama de honor", en la boda. Empeñado en no perder a la mujer que adora, determina que, estando cerca de ella, será más fácil abortar el enlace.

Aparte de la evidente falta de originalidad de la historia, es de todo punto inicuo el interés de un relato donde todo resulta, desde el principio, perfectamente previsible y conocido. Si las situaciones que se plantean hubieran dispuesto de la chispa o la gracia que, sin duda se han pretendido, la película podría haber conseguido la diversión y el sentido de la comedia ocurrente que se pretende. Difícilmente puede lograrse este propósito cuando los presuntos pasajes más divertidos se malogran una y otra vez por la ausencia de impacto animado que se pretende y la utilización de unos diálogos, que, aparte de su falta de garbo y agudeza, devienen en una jerga carente de inteligencia e ingenio para ser medianamente divertidos.

Ciertamente los protagonistas de La boda de mi novia -Dama de honor es el título original-, Patrick Dempsey, Michelle Monaghan y Kevin McKidd, que encabezan el reparto, son atractivos y simpáticos, pero sus actuaciones naufragan en un intento que más parece propio de series televisivas donde se gana fácil popularidad simplemente con argumentos tan banales y simples como el que aquí contemplamos.

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