Fila siete

La comedia prescindible

He insistido aquí varias veces en la continua presencia en las pantallas cinematográficas, con preferencia sobre otras películas de mayor entidad, de films encuadrados en el género de la comedia. Una ubicuidad realmente asombrosa ya que nunca faltan títulos de esta especialidad, lo que, comprobarán si repasan las carteleras de los últimos meses. Es más: muy recientemente hemos visto asombrados como Algo pasa en Las Vegas, se ha situado a la cabeza de las películas más taquilleras, manteniéndose hoy en puestos todavía privilegiados -lo que también ha ocurrido, ¿por qué ocultarlo?, en Francia y Reino Unido-, y a la que ha sucedido en los últimos días otra comedia, La boda de mi novia, sólo frenada por la acometida taquillera de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, aunque su reinado comercial no es tan notable como se pretendía.

Si poníamos en duda la valía cinematográfica de Algo pasa en Las Vegas, con nuestro respeto a todo los gustos, permítanme que opine lo mismo con respecto de La boda de mi novia, que se ha visto también favorecida por el público. No sé si se debe a la popularidad de su protagonista, Jack Dempsey, el llamado "doctor macizo" de la serie televisiva, Anatomía de Grey (2004), lo que le ha convertido en galán de moda de Hollywood. Reciente su éxito y correspondiente predicamento con la no menos almibarada Encantada, la historia de Giselle (2007), ha vuelto al primer plano de la actualidad con la película que ahora podemos ver en nuestras pantallas.

En este film, dirigido por Paul Weiland, el actor encarna a un tipo calavera y mujeriego, alérgico a todo compromiso, Tom, que descubre lo maravillosa que es su mejor amiga, Hannah, justo cuando ella se ausenta unas semanas por motivos de trabajo. Durante ese tiempo ella ha conocido a un distinguido escocés con el que ha decidido casarse. Cuando Tom piensa en pedirle matrimonio ya es demasiado tarde. Es más Hannah le ruega que sea su "dama de honor" y le ayude con los preparativos de la ceremonia. Acepta pero no se resigna a interpretar ese papel y está dispuesto a seguir luchando por hacerla su esposa.

La novia no es otra que Michelle Monagham, a la que podemos recordar En tierra de hombres (2005), en un papel más secundario, y Adiós, pequeña, adiós (2007), y quien consideraba que La boda de mi novia es: "la mezcla justa entre humor, sentimiento, payasadas y elegancia". Quizás alguna de estas características, y ya pueden imaginarse ustedes a que me refiero, supere al resto de intenciones, en una clara ausencia de algo más de chispa, agudeza y sentido crítico de la situación.

El film, que cuenta con la participación de dos excelentes veteranos Kathleen Quinlan y Sidney Pollack, director y actor, fallecido el pasado 26 de mayo, no presenta novedad digna de mención en un género tan trillado. Ni las bucólicas imágenes de los "highlands" escoceses ni el "sex appeal" de los "sitcoms" televisivos de Patrick Dempsey ni el sensual encanto de Michelle Monagham, permiten elevar el nivel que hemos visto últimamente en Lío embarazoso (2007) o en 27 vestidos (2008) o en cualquier otra comedia, perfectamente prescindible, que tenemos en cartel, abundando siempre en casorios complicados y otras frivolidades al uso.

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