Martín León. Músico

"Si las canciones las hago y las canto yo, entonces, claro, soy cantautor"

  • Antaño integrante de grupos como Tiernos Mancebos, bajo el nombre de Maleso atesora una larga y recomendable discografía

  • Su última entrega es 'Bendita miopía'

Martín León, momentos antes de la entrevista.

Martín León, momentos antes de la entrevista. / Belén Vargas

Aunque natural de Jerez, Martín León formó parte de dos señaladas bandas del pop sevillano de los 80 y los 90, Tiernos Mancebos y Las Balas. Con los primeros grabó un álbum homónimo para la multinacional Polygram que, tras un largo retraso, apareció finalmente en 1987. La discográfica no tardó demasiado en deshacerse de aquel proyecto, a medio camino entre la urgencia new wave y la todavía inagotable herencia de la beatlemania, pero con los segundos aún facturó dos discos repletos de canciones redondas. Tuvimos que esperar hasta finales de la primera década del nuevo siglo para reencontrarlo en un proyecto propio, Maleso, que estos días pone en circulación, ahí es nada, su noveno trabajo, Bendita miopía, un disco bendecido por un singular sentido del humor y producido por Javier López de Guereña, músico habitual del desaparecido, y añorado, Javier Krahe. Charlar con él es, entre otras cuestiones, hacerlo con un testigo directo de cambios irreversibles en la industria de la música y de la necesidad vital de seguir en ella.

-¿Hacemos ejercicio de memoria?

Desde que yo empecé ha cambiado todo tanto que nunca sabes muy bien qué es lo que la gente quiere"Casi había dejado de hacer canciones porque pensaba "para qué, si nadie va a escucharlas"

-Pues entré en Tiernos Mancebos al principio, en el 84; sacamos el disco en el 87, aunque sonó más el año siguiente. Llegamos a actuar en la fiesta de fin de año que organizaba el Ayuntamiento en la Plaza de San Francisco, pero ahí ya íbamos sin Carlos [Díaz], que se había marchado. Al cabo de un par de meses, viendo que teníamos que volver a empezar de cero, nos cambiamos el nombre a Las Balas. Duramos hasta el 94, pero los últimos tiempos fueron difusos. Nunca dijimos "nos separamos", porque nos seguían saliendo cosas. Incluso salimos de gira. Pero después de dos discos, uno en el 90 y otro en el 92, fuimos dejando de tocar.

-¿Por agotamiento? ¿Por desinterés?

-No. Lo típico: empezamos a casarnos, a tener hijos... Aunque en mi caso eso no fue hasta más adelante. Empezamos a tener otro tipo de compromisos e historias y todo se fue haciendo cada vez más complicado. Y claro, también estábamos cansados de carretera y de pan con chope.

-Tras Las Balas casi se le pierde la pista...

-Estuve metido en historias muy diversas que no terminaron de cuajar. Miguel Ángel [de Dios], de Tiernos Mancebos, y yo tuvimos un proyecto con Miguel Ángel Iglesias, que tras dejar de tocar con Silvio montó con Pájaro Los Flotadores. Cuando Pájaro se fue, entramos nosotros y estuvimos un tiempo dándole vueltas al asunto y montando canciones. Pero era un tipo imposible de tratar. El problema que tenía con la bebida echaba a perder todo lo que intentaba. Una lástima, porque tenía una cabeza impresionante. Quizás no tuviera las cualidades estándar para la música, pero fue, por ejemplo, la primera persona que me sorprendió mezclando estilos que yo pensaba que no se podían mezclar. Eso que hoy ya es casi obligatorio, mezclar salsa con heavy metal o rockabilly con música africana, eso ya lo hacía él. Llegaba con sus cintas y te ponía a un músico cubano que Dios sabe quién era y te decía "esto lo vamos a mezclar con reggae". Eso me abrió mucho la mente, la verdad.

-¿Y cuándo y cómo nació Maleso?

-En 2009, con internet ya establecido como un canal universal, vi que había gente que colgaba su música. Casi había dejado de hacer canciones porque pensaba "para qué, si nadie va a escucharlas". Pero me animé a hacer lo mismo. Los ordenadores ya te permitían grabar en casa y poco a poco me fui haciendo con equipo, desde luego no al coste de los estudios de los 80, donde cada aparato costaba un pastizal enorme. Ahora, con poquito dinero, te haces tu estudio en casa y vas grabando y aprendiendo. Así que recopilé las canciones que había ido componiendo, las grabé y ese mismo año saqué el primer disco de Maleso, Regreso a Padre Marúriz. A partir de ahí, prácticamente he ido a uno por año.

-¿Sólo disponibles en descarga digital?

-No. Con aquello del entusiasmo del momento hice cedés del primero, que en su mayoría aún están en casa [risas]. También del tercero. Pensaba que con el primero el problema había sido que no había mandado copias promocionales a las radios, así que las mandé y comprobé que tampoco me ponían [risas], que no servía para nada, así que dejé de fabricar.

-Hasta Bendita miopía...

-Sí, me daba penita después del esfuerzo que he hecho y de lo contento que estoy con el resultado no sacarlo en CD. Como ahora estoy tocando bastante en directo, confío en poder venderlos en los conciertos y amortizar la tirada. Lo cierto es que desde que yo empecé ha cambiado todo tanto que nunca sabes muy bien qué es lo que la gente quiere. Cuando no hacía cedés, me decían "¿no tienes cedés?", y cuando los hacía se quedaban con el MP3. Y ya ni eso, porque lo que escuchan es Spotify. Así estamos.

-Tengo la sensación de que Bendita miopía comienza a fraguarse a partir de su participación en 2016 en el concierto de homenaje a Javier Krahe en la sala Galileo de Madrid, al año siguiente de su muerte...

-Sí, claro. Yo había hecho una canción en homenaje a Krahe estando él todavía vivo, ¡Oh, menaje!, pero el disco que estaba preparando entonces era como muy triste y no pegaba esa canción alegre dedicada a alguien admirado. La mandé a su discográfica, 18 Chulos, a ver si podían hacérsela llegar, pero el señor se murió al mes siguiente, de forma repentina. Me quedé planchado. Y nada, ahí se quedó la canción. Saqué otro disco, seguí adelante... Pero luego descubrí que los músicos de Krahe estaban accesibles, conseguí correos electrónicos y se la mandé a su productor, Javier López de Guereña. Le gustó mucho y me animó a sacarla. Cambié el tiempo de algunos verbos como pude y la saqué en Canción ligera (2016). Javier me contó luego lo del homenaje que le estaban preparando en la sala Galileo y me pidió que participara. Me mandaron los billetes de tren y allí que me fui a tocar la canción con ellos. Para mí fue un momento emocionante. A partir de ahí seguimos en contacto y Javier y yo comenzamos a intercambiar canciones. Al final acabé pidiéndole que me produjera el disco. Aunque a lo largo del proceso nos vimos varias veces, lo hicimos prácticamente en la distancia, a base correos y wetransfer. Y aquí está el resultado. Él está muy contento y yo también.

-Viene del ámbito de la música pop y ahora está en un terreno limítrofe con los cantautores, sea lo que sea que esa etiqueta tan ambigua signifique...

-Mi primer disco fue pop; el segundo, superpop, aunque suene a expresión un tanto trasnochada [risas]; el tercero fue de country & western... Pero creo que a partir del cuarto los textos fueron adquiriendo cada vez mayor importancia dentro de las canciones, a ser más relevantes. Al final, quizás, esa idea de que cuentes una historia, que se entienda, que la gente tenga que estar pendiente de la letra, te suena un poco a cantautor. Pero ha sido un proceso lento. No fue a raíz de conocer a Javier. Venía de antes, aunque el hecho de juntarme con esta peña me ha hecho exigirme más, cuidar más las letras. Pero, si no me equivoco, ya desde el primer disco me definía en Bandcamp como cantautor pop. Si las canciones las hago yo y las canto yo, entonces, claro, soy cantautor. Pero sigue habiendo mucha influencia pop. Yo empecé con The Beatles y siguen gustándome igual.

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