jan fabre. artista visual, director y coreógrafo

"Como artista plástico soy un enano en un país de gigantes como El Bosco"

  • El director de 'Monte Olimpo' es uno de los creadores belgas más cotizados Su obra plástica se expone ahora en Florencia y en septiembre llegará por primera vez al Hermitage

Al polifacético Jan Fabre (Amberes, 1958) le gusta reflexionar sobre el pasado colonial de su país, un tema que llevó en 2002 al mismísimo Palacio Real de Bruselas, donde empleó millones de alas de escarabajos para crear un monumental techo pictórico titulado Paraíso de Delicias (Heaven of Delight). Con la queratina de esos esqueletos de insectos como punto de partida, Fabre es capaz de ahondar en las atrocidades cometidas por el rey Leopoldo contra los esclavos en el XIX o de criticar los orígenes oscuros del desarrollo industrial y comercial de su país, una nación que ostenta con orgullo su condición de capital internacional de la danza gracias en buena medida a la labor de creadores como el también fundador y director de la Troubleyn Company que hizo posible las 24 horas ininterrumpidas de la obra Monte Olimpo en el Teatro Central sevillano.

Las inspiraciones de Fabre no se limitan a la geografía física y emocional del que fuera conocido como Congo belga (hoy República Democrática del Congo), aunque él es capaz de hibridar en su imaginario los temas del genocidio africano, el despojo y el horror con algunos de los iconos universalizados por el célebre pintor flamenco Hieronymus Bosch, El Bosco, a quien el Prado rinde ahora homenaje en el V centenario de su muerte con una magna exposición.

"Como artista plástico soy un enano en un país de gigantes como El Bosco. Aunque a él le dediqué mi propuesta El Bosco en el Congo, todos los maestros flamencos han sido decisivos para mí. Todos me inspiran y de todos he absorbido y robado muchos elementos: de Rubens me interesa el uso de la luz, del Bosco su capacidad para imaginar, pero también me apasionan Van Dyck, Van Eyck, Van der Weyden, Bruegel... Y eso si me limito a citar solamente a los maestros de la pintura flamenca antigua con los que estoy en deuda".

Fabre, que nunca ha expuesto individualmente en Andalucía, sí está representado en las principales colecciones de arte contemporáneo del país. "En general me ha ido bien en España y desde los años 90 he mostrado a menudo mi obra plástica en museos como el Macba, la Fundación Miró o el Centro Nacional de Arte Reina Sofía", asegura.

Actualmente es Florencia la que exhibe una parte considerable de su producción, reunida bajo el título Spiritual Guards en la Piazza della Signoria y el Palazzo Vecchio. Esculturas en bronce, trabajos en cera y proyecciones de sus trabajos escénicos conviven en la ciudad italiana con esos escarabajos que Fabre emplea, principalmente, por su iridiscencia. "Tengo en mi estudio de Amberes un laboratorio lleno de microscopios y mi proceso creativo se asemeja al del doctor Frankestein. Mi bisabuelo Jean-Henri Fabre fue un entomólogo muy famoso en el siglo XIX y a él se debe mi interés por el tema. Fíjese que, mientras los humanos tenemos un esqueleto interno, el de los escarabajos es externo. Estos escarabajos que empleo son verdaderas joyas de la naturaleza de una tremenda plasticidad y la queratina que poseen es un material muy duradero que nunca se deteriora. Sus alas cambian de color continuamente, oscilan desde un verde intenso a un azul profundo, lo que hace única cada pieza", señala a propósito de las calaveras, armaduras y esferas esculpidas con este material que ha convertido en divisa de su creatividad, a la manera de los tiburones sumergidos en formol del inglés Damien Hirst.

Desde hace tres décadas, Fabre combina "sin problemas" su identidad como autor teatral, director, coreógrafo, performer y artista visual. "Ello se debe al papel central que tiene la energía en todos mis procesos creativos. Para mí la creación tiene que ver con ira, fuerza, pasiones y necesidades. Mi arte no es ni lírico ni delicado aunque la poesía y la mitología sean a menudo mis fuentes de inspiración".

La ciencia, la vulnerabilidad humana, la fascinación por el mundo animal, la vida y, sobre todo, la muerte, son asuntos sobre los que reflexiona este hombre que busca "de manera desesperada la belleza, hasta diría que me siento esclavizado por ella". Fabre, que fue el primer artista contemporáneo en mostrar su obra en el Louvre parisino, hará de nuevo historia en septiembre, cuando inaugure la primera exposición monográfica que el Hermitage de San Petersburgo dedica a un artista en activo. El belga desplegará su obra por 30 salas del más célebre museo ruso, lo que sin duda le permitirá reflexionar sobre la gloria y la fragilidad, así como arrancarse del corazón la espina que le ha dejado el Festival de Atenas y Epidauro, de cuya dirección tuvo que dimitir -al mes y medio de su designación- tras ser acusado de ningunear a los artistas griegos de la programación.

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