literatura | una evocación de la generación poética más luminosa del último siglo en españa

90 años del 27

  • En diciembre de 1927, los "jóvenes literatos de vanguardia" aprovecharon los actos del centenario de Góngora en Sevilla para presentarse públicamente como un nuevo grupo poético

Llovía cuando llegaron a Sevilla. Bajaron al cabo de más de 12 horas de viaje del tren expreso que los traía de Madrid entre risas, aún con las bromas de una alocada juerga sobre raíles que Jorge Guillén iría relatando en cartas que enviaba en cada estación a su esposa, Germaine Cahen: "Excursión estupenda. Parecemos un equipo de futbolistas -por lo alegre- pero, aunque un poco ruidoso, no maleducado (...) Estoy escribiéndote delante de todos, cínicamente. Risa, y más risa, anécdotas, tonterías, alegría no ficticia, y versos".

Y, por fin, ese "vagón lleno de entes animales llamados poetas" se detiene en la estación. Llueve y es 15 de diciembre. Allí están algunos de los chicos de Mediodía: Romero Murube y Collantes de Terán son los primeros en el andén. Han pasado 90 años y aquellas risas quedaron congeladas, inmortalizadas en los epistolarios, los fragmentos memoriales y los poemas de los protagonistas. Son los recuerdos de aquel viaje gongorino a Sevilla en diciembre de 1927. "Concluyó la excursión, / juntos ya para siempre", escribió Jorge Guillén en su poema Unos amigos.

Sánchez Mejías agasajó a los poetas, aunque el acto lo organizó José María Romero Martínez

Este fin de semana se cumplen 90 años desde que los poetas de la Generación del 27 viajaron a Sevilla y posaron en una fotografía fundacional que se convirtió en un icono. Ellos no imaginaron que aquel viaje de camaradería con el que culminaban los actos del tercer centenario de la muerte de Góngora -un poeta del Siglo de Oro casi desconocido y a contramano del gusto imperante en la época- pasaría a la Historia de la Literatura. Ese día en el que posan en Sevilla en esa instantánea aparentemente seria, oficial y académica, comienzan a escribirse las mejores páginas de la Edad de Plata.

La institución que organizó los actos fue el Ateneo, dirigido por Manuel Blasco Garzón, que llegaría a ser ministro durante la República y que moriría en el exilio en Buenos Aires. Pero la iniciativa de invitar a Sevilla a la joven poesía española se debe al presidente de la sección de Literatura de la institución, José María Romero Martínez, quien llegó a ser secretario provincial de Unión Republicana, el partido de Diego Martínez Barrios, y, por unos días, gobernador civil de Sevilla con el Frente Popular. Por ello, las tropas de Queipo de Llano lo fusilaron el 19 de septiembre de 1936.

A pesar de su importancia clave, Romero Martínez, doctor de profesión y poeta aficionado, parece que tuvo que dimitir en febrero de 1928 a causa del coste de la excursión -2.267 pesetas de la época- y del disgusto que causó entre algunos ateneístas más conservadores que no entendían este trato privilegiado de la docta casa a unos jovenzuelos que habían intentado subvertir las tranquilas aguas de la poesía con sus juegos de vanguardia como "secuaces de Góngora", tal y como había escrito algún crítico y académico molesto por tanto atrevimiento.

Antes del viaje a Sevilla, los poetas que habrían de llamarse del 27 en recuerdo de aquel mágico año, habían organizado con desigual fortuna en Madrid ceremonias jocosas como un auto de fe en el que quemaron monigotes que simbolizaban al "erudito topo" y al "académico crustáceo"; celebraron una misa funeral en Las Salesas en homenaje al alma de don Luis de Góngora, y realizaron juegos de agua al más puro estilo de la vanguardia canalla y transgresora orinando en las paredes de la Academia. Cuando los nietos de Góngora llegan a Sevilla ya son conocidas sus chanzas, burlas y sátiras en el mundo literario.

El torero Ignacio Sánchez Mejías se ocupó del agasajo a los poetas de Madrid, como la excepcional madrugada en la finca que el diestro poseía en Pino Montano, donde organizaron un festejo de disfraces morunos, comieron y bebieron largamente, realizaron sesiones hipnóticas, disfrutaron con una velada flamenca protagonizada por Manuel Torre, el Niño de Jerez, y acudieron a visitar el manicomio de Miraflores, muy posiblemente porque el diestro andaba por aquellos días trabajando en la obra de teatro Sinrazón, inspirada en el mundo de la locura.

Es cierto que el viaje tuvo mucho de encuentro lúdico y jocoso, de complicidad entre un grupo de amigos. Y también se ha mencionado cierta voluntad de convertir el acto de Sevilla en definitiva puesta en escena pública del grupo. Casi una estrategia para llamar la atención sobre el nacimiento de una nueva generación poética. La plataforma sevillana sirvió como caja de resonancia de esa forma nueva de entender la poesía.

Aunque en la cita faltaron Altolaguirre, Emilio Prados, Vicente Aleixandre o Pedro Salinas -éste, al parecer, muy crítico con "el repugnante Ateneo de Sevilla", anota textualmente en una carta a Jorge Guillén-, sí acudió el núcleo de la generación: Rafael Alberti, Federico García Lorca, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Juan Chabás y Mauricio Bacarisse. No invitado, pero entre el público, estaba Luis Cernuda, al parecer molesto por la fría acogida de su primer libro, Perfil del aire, y los poetas de la revista Mediodía -esa generación del 27 sevillano-, entre ellos Fernando Villalón.

Sin embargo, no hay que limitar el viaje a Sevilla sólo a su lado anecdótico o supuestamente estratégico. Las veladas poéticas contaron con intervenciones sesudas y eruditas. Las conferencias tuvieron lugar en la sede de la Sociedad Económica de Amigos del País en la calle Rioja, porque el Ateneo -en la calle Tetuán- se encontraba ocupado con los preparativos de la cabalgata de Reyes.

Así que el viernes 16 de diciembre de 1927, aún con las gargantas cascadas de la juerga en Pino Montano, acudieron -y seguía lloviendo- a la calle Rioja. Todo comenzó con el Saludo de José Bergamín al que siguió la conferencia La altitud poética de la literatura española de Dámaso Alonso y la de Juan Chabás Los prosistas y poetas de las nuevas tendencias literarias. El acto terminó con un recital de Lorca y Alberti de los coros de la Soledad Primera de Góngora.

Alberti lo relató en La arboleda perdida: "El público jaleaba las difíciles décimas de Guillén como en la plaza de toros las mejores verónicas (...) Pero el delirio rebasó el ruedo cuando el propio Lorca recitó parte de su Romancero gitano, inédito aún. Se agitaron pañuelos como ante la mejor faena coronando el final de la lectura el poeta andaluz Adriano del Valle, quien en su desbordado frenesí, puesto de pie sobre su asiento, llegó a arrojarle a Federico la chaqueta, el cuello y la corbata".

El sábado 17 de diciembre Dámaso Alonso leyó las cuartillas de Bergamín, que se había quedado sin voz; Gerardo Diego leyó su conferencia Defensa de la poesía y siguió un recital de versos a cargo de Guillén, Lorca, Chabás, Gerardo Diego y Alberti. Al día siguiente, tuvo lugar un almuerzo de homenaje en la Venta de Antequera en el que se distinguió a Dámaso Alonso con una corona de laurel. Sin embargo, parece que los poetas decidieron quedarse unos días más en una ciudad que no olvidarían: "En Sevilla, a la que nombramos por méritos propios, históricos y vivos, capital de la poesía española, actuamos dos noches seguidas ante un grupo de hispálicos amigos que soportaron nuestros alegatos -en prosa y en verso- con heroica entereza", escribiría Gerardo Diego en su crónica de Lola -amiga y suplemento de la revista Carmen- en abril de 1928. "Concluyó la excursión, / juntos ya para siempre"...

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